La abrazo contra mi pecho, el azul de sus labios la abandona, fue
siempre mi color preferido, hasta la madrugada en que dejó de serlo mientras
llorando pedía el biberón y madre orando cerca me mira a través de ella.
Nunca entendí sus te quiero, sus soy padre y madre, no comprendía su
silencio al intentar explicarme la muerte de papá conmigo asustado, ella a mi
lado.
Me das mucho calor papá, me dice, tres años
después a sus cinco, alejándose de mis brazos para dormir, ¿me cuentas un cuento? Y le cuento sobre el día en que su fiebre debilitó
mis brazos y detuvo mi pensamiento, le cuento sobre el día en que su cuerpo
helado tiritaba contra el mío y las enfermeras aquí y allá, ¡tú me salvaste papá!
- Esa noche supe por qué mi
cuerpo es tan caliente cielo – le digo -, para qué había nacido.
- Papá está en el cielo amor
– dice madre mientras rasca mi cabeza pequeña bajo su mano grande, yo la miro y
soy chiquito, yo la miro sin comprender sus ganas de abrazarme seguido.
Mi hija duerme, preguntó como siempre dónde está mamá, yo chiquito
como aquella vez que enfermó, falto de los abrazos que madre me daba y no
comprendí hasta saberme madre y padre.
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