jueves, 30 de noviembre de 2017

te conozco

Te conocí un día de verano en que tú fastidiado por el sol y yo con frío. Me cargaste en tus brazos diciendo que todo saldría bien, “ya ya, no te preocupes”, pero la herida no cerraba y tú soplando cerca de mi pie conmigo a tu lado serena viendo tus dibujos en la pared, acariciando tus cabellos, juntándolos con los míos en la primera fila de un cine cuya película olvidamos al salir corriendo a la mitad para poner mis labios junto a los tuyos sin el equilibrio que nunca hubo entre nosotros pues caías fácil hacia atrás cuando ibas a buscarme por las tardes luego del trabajo y yo salía corriendo y detrás mi hermano que era pequeñito y ya no, hacía ti, colgada de ti, en tus brazos que daban vueltas conmigo.

Fotografía: Juma Paredes

fragmento de “te conozco”
Juma Paredes
Noviembre, 2017

jueves, 23 de noviembre de 2017

sin miedo a la vida

ideas que dan vuelta en mi cabeza, vueltas y vueltas que no soporto, pero no sabes, no entiendes, no eres yo narrador, solo eres un marica

Apura un poco más de cerveza en su boca, brilla una lucecita reflejada en la lata que reduce al viejo de hoy a tan solo un muchacho entre recuerdos confusos. Una tarde soleada, el pasto verde-amarillo bajo nosotros sentados al borde e inicia una vez más la serie que me tiene hasta acá, «seis-tres-siete…»

Su angustia es la que no comprendo, está nervioso y se lo digo, “estás nervioso”. Arranca hierba mala, le va quitando pedazos, la mirada gacha bajo el sol que enoja su expresión. Me sentía pequeño esperando respuestas que no me daba, no podía. Su vida ante mí volviéndose despacio una torre de platos usados que él luchaba por no romper, «estás nervioso, eso es»

porque el viejo espera demasiado de mí, soporté años, no puedo más, hoy me di cuenta, no sé desde cuándo lo supe… siempre me apoya, “apóyame” le digo y él siempre ahí me apoya con plata, carro, depa… hasta con chicas una vez me apoyó y pude al fin… aj mierda, deja de escupir

Voltea y me encuentra recargando el dedo de saliva que catapulto mientras habla. No es que no me importe, me importa poco pero no es lo mismo que no importar, tan solo similar. No quiero perder la ocasión de grabar bien en mi memoria las incoherencias que suelta cual catarata de sandeces arrastrando su furia, su pena, el número que no deja de repetir, y todo aquello que lo hace infeliz, «ocho-cuatro-cinco»

y por eso esta mañana me rapé la cabeza, por eso me ves ahora calvo, porque no aguanté, porque me estoy quebrando maldita sea, yo, a mí, a mí me está pasando, duele aquí como mierda

Levanta de pronto su camisa de vestir, un par de botones despedidos y muestra el pezón izquierdo mientras forma un círculo en derredor con el meñique para luego presionar con fuerza, para luego presionar despacio su pecho: “aquí”. Pero no ha mencionado motivo alguno, no tiene sentido decir “y por eso” cuando no hay causa, no la escucho, pero suelto otra carga de saliva, esta vez pende de su oreja. Se enoja solo un poco

¿te gusta mi hermana no conchatumadre? no, no, ¿quién te ha dicho? es obvio ¿y eso es lo que te jode? no tanto, pero la rechazaste. no es cierto. sí lo es. era solo un baile. y no fuiste con ella. y me arrepiento. encima te invitó imbécil. y me arrepiento todos los días… pero tú fuiste con su amiga, la vedette, o ya no te acuerdas

Y qué sentido tuvo el que mencionase a su pareja de promoción, no lo sé, estoy en este mismo momento sentado a su lado, al borde del precipicio, frente al mar con cabecitas trepando olas en un vaivén infinito. Niños jugando detrás nuestro a las cometas donde él y yo jugábamos trompo ayer, mundo, escondidas hasta oír al heladero para correr perseguidos por nuestras sombras que llegando antes pedían. Un heladero. Aún hoy me descubro diciendo estupideces ante el espejo, solo en la cama, frente a una tele que no prende, la sábana rosa. Quienes se mantienen a mi lado saben, no les importa. Son pocos, pero son. A veces creo que disimulan, me soportan, «dos cero uno»

“ahora” me pedía “ahora, ahora” me decía y me gustaba tanto que no siempre podía, quería que me haga masajes, que me abrace, pero nada, con ella no era, “ahora”, me tenía podrido, solo me di cuenta el día de los mariachis maldita sea, de ella, mi dependencia, de cuánto nos habíamos alejado, “ahora, ahora”

“dile vedette” le digo, y me dice que no quiere, que es su linda y no lo otro, que sigue siendo su linda linda cuando le pido me cuente más sobre el mariachi, gano tiempo, lo distraigo mientras grabo, algo bueno tiene que resultar para escribirlo algún día, no sé cuándo, no sé cómo

es que celebramos esa noche mi cumple, bien en un momento y al siguiente no más, no me llamó más. estaba rica con ese vestido. rica sí, claro, era la elegida sabes, esos ojos, su olor cuando me quiso. y luego no. ajá, y luego no carajo. te vi feliz esa noche, al menos hasta que te reventaron los huevos. ese fuiste tú imbécil. sí

Y elegida cuando dice se me antoja en una primaria “i”, central, dictatorial ante la pasividad del resto, la extiende, se toma su tiempo para soltar un “i” casi musical, “la elegiiida” repite sonriendo y casi estoy convencido de su alegría que va menguando con el ocaso del día, de su día.

fui yo, sentado entre la oscuridad, le digo. Las parejas bailando y sale su novia con la torta bajo veinte velitas. Cantando mal y el resto peor. “happy birthday Láfiguita” que sopla sonrojado cuando suena el timbre y ella se pone a “quien será, quién será” y yo pienso “quién será” viendo a mi amigo que abre la puerta y dice bien fuerte que no hay nadie, que nadie se llama así, que se larguen “se me largan ahora mismo” y ella que corre y hace pasar a los mariachis que cantando mañanitas entran despacio, la sonrisa de pe a pa, los bigotes fingidos entre su “estas son” y mi cague de risa. Ella salta aplaudiendo, soltando risillas contenta bajo el sombrero que él rechaza cuando le ponen, tirando al piso y ella recoge dando saltitos otra vez mientras agarro los huevos que guardo en el bolsillo desde hace rato. Espero a que los bigotes lo inviten a cantar, él no quiere, ellos sí, él no quiere, ella sí. Suelto uno con cariño, lo impulso, veo una discreta línea imaginaria que describe su estructura antes de reventar en su rostro; es como sucede, es exactamente como sucede, antes de empezar a chorrear amarillo, antes de caer el segundo y uno más. Son los ojos de mi amigo, llora, está llorando, «cuatro siete uno»

solo eso sale de tu boca, mentiras que sueltas, que todos creen, que dices así, sin más, como la cojudez de la espada. Las espadas quieres decir. Sí, las espaditas de mierda que no soporto y Elús aún me escribe, me llama, ha pasado un año y no he vuelto a verlo, no quiero. No quieres. No, no quiero… estábamos ebrios y

Descansando dentro de la oscuridad, sobre plaza y media, en confianza, con alcohol en el estómago. El resto inconsciente aquí, por allá los cuerpos. Hoy Elús intenta que su analista lo convenza de un sueño, una ensoñación que no fue, pero Láfiga sabe y lo sé, lo estoy viendo, como si aquella noche no estuviese inconsciente, sus palabras, su tono de voz: “te reto”. Desenvaina, lo reta a duelo, sonríe-tiembla-sonríe Láfiga y allí Elús soñoliento, impávido recordando el retorno del jedi, la maestría con que siendo Luke podría derrotarlo, el coraje, su enojo por un breve instante mientras aprieta sus labios, me refiero a los suyos, y los de él que “Luke” dicen, luego mi amigo “y yo Vader”, la fuerza que están a punto de ejercer cuando aún se hablaban, cuando todavía lo hacían. Lámpara del día encendida, sus voces apagadas. El cuarto enormemente pequeño, mi dolor de cabeza, «cero»

porque nunca pasó imbécil, porque solo quieres creerlo y listo, pasa ¡pero nunca pasa!

Agarra una piedra, me mira. Los niños han partido, se acerca el final de la tarde que Láfiga recibe como el telefonazo en la cara antes de su partida, sin risas, sin saltitos. Tembloroso repite aquella serie, los ojos como canicas cerca del ñoco, que no logran entrar. Levanta la mano, me reconoce, me mira como intentando explicarme el asunto con miedo, se arrepiente y baja la mano. La piedra. Yo callado, yo quieto lo miro sin miedo, con el sol a su lado, ahora detrás, su cabeza lo roza y siento que lo puede trepar, dominar, yo lo admiro y él no. Soy solo un pendejo, pero él ahí me abre las puertas de sus memorias sollozante, sincero, como cuando niños me tocaba la puerta para jugar ajedrez, sus lentes triangulares, los dientes que amenazaban cual cuchillas, “juegas”, decía, “¿juegas?”, dice y lo tengo clarito aquí en mi mente. Hoy ha crecido y yo no, hoy ya no cree vivir del recuerdo, pero la recuerda y yo digo “pobre Láfiga” con frecuencia y se lo digo, pero el pobre soy yo, una especie de broma de mal gusto contada fuera de tiempo y lugar que a fuerza de machucar botones levanta el mundo que un día fue a su lado, las voces, las risas. Tantas, «seis tres siete»

si sigues así algo te va a dar, no sé, algo con la presión, mejor sueltas esa piedra. Tómala tú, hazlo tú. No. ¿En verdad te interesas por mi vida? SÍ (no). ¿Me estás grabando? NO (sí)

Debe haber sido así, al menos así lo recuerdo, y si lo tuviera que explicar diría que ya tenía otra vez la piedra en su mano, una mano grande para una piedra más grande. Mientras me miraba se relamió un instante, las canicas en su sitio y un movimiento del brazo que se me antojó la interpretación de una partitura, un ballet, una fantasía lírica que bajo la puesta de un sol que acercaba el verano a nuestra juventud impulsa su mano y allá va la piedra, cae. Cae. 

4 años con lo mismo, el mismo número en mi cabeza dando vueltas, rondando. Láfiga-memoria. Esa mierda decían contigo, tú decías. Yo decía. Claro, tremenda estupidez de quién más pues. cierto. igual que mi apodo, no me digan así, ya no quiero que me digan así, yo soy… yo me llamo:

Luego ese profe anotando el número aquel en la pizarra. Retando a los muchachos convencido de la imposibilidad. “No van a poder recordarlo, lo borro, quien recuerde tiene 20”. Y allí mi amigo quieto, como una lechuza a punto de atacar, más que nosotros, más que el resto. El profe que dice “jerckoff”, repite “así se dice muchachos, jerckoff”. Pero Láfiga ya sin gafas-triángulo parecía guapo de lejos, de cerca nada que ver, pero creía en él. Y borró pizarra y preguntó “quién” y él dijo “yo profe yo” y allí está repitiendo los números mientras tengo hambre, sin el peso de mis años y sus ojos cerrados, los dientes afilados: «seis tres siete ocho cuatro cinco dos cero uno cuatro siete uno cero»

Se levanta de improviso, sin que lo advierta, sin que luego pueda decir que así debió ser, porque lo fue. Yo perplejo. Él decidido avanza y salta. Cae.

Lo sostengo de la camisa y siento que puedo caer también, pero nada, él regresa a mí, ante mí, hacia atrás con todo su peso y da una vuelta mientras quita mi mano y yo encima, ahora él, dos vueltas y el pasto en su cara, ya no el huevo, ya no ella, ya no el número infinito ni la espada de Elús, solo pasto. 2 terrones. Escupe y ríe, no es una risa cualquiera, es la carcajada de quien quiere vivir, una risa mística que cura su recuerdo, rodeada de fragmentos de malos ratos que se van. Me abraza y me da la impresión, en realidad escucho la piedra que sigue cayendo y al fondo golpea una lata, una puerta, un carro allá abajo en la Costa Verde, bien lejos la puerta, bien cerca nosotros nos miramos y no recuerdo bien sus palabras “hoy… hoy estás aquí”, pero sé que dijo algo relacionado y juré no contarle a nadie, y echados nos quedamos viendo la puerta abollada, un chofer maldiciendo, luego la pista, luego la arena, luego el mar y más allá nada, la tarde que se aleja, mis días que se van.

yo fui lorna ¿entiendes? Más lorna que tú, todavía más que tú. y no lo soportas. No. pensé que llorabas por ella alucina. también. ¿no te dijo? no ¿no te explicó? no ¿así nada más? así nomás Huma, así nomás, todo bien en mi cumple y al otro día nada, zas. con ese vestido estaba rica. Sí

Caigo, no es la piedra, es mi cuerpo que avanza rápido. Cero digo, “0”, «6348452014710». Duele. Huma se aleja mirándome desde arriba, me hace adiós, adiós le digo en mi mente y lo repito en voz alta “chau Huma, eres tremendo hijo de puta”, pero no lo grito, ya está chiquito contra el sol que escupe sobre mi cara con una luz punzante, lo vuelve una siluetilla sombreada, como un borrador, como un retazo delicado, su cabello largo, su colita coqueta, esa camisa a cuadros que nunca se quita, que nunca se quitó. Tengo sed. La veo, “te veo linda… linda linda, ven, vuelve conmigo… ¿qué tiene él?”

Pero eso no pasó, eso no fue lo que pasó.

Cae, es la piedra, es su forma que avanza rápido. Cero dice, “0”, «6348452014710». Duele aquí en pecho el dolor de mi amigo, me mira lejos desde nuestra infancia, toca mi puerta “¿juegas?” y esos lentes-triángulo. No te vayas le digo en mi mente y lo repito en voz alta “no te tires hermanito, no te quiebres, no te dejes romper”, lo grito, y él chiquito grita que no se quiere “¡no me quiero romper!” contra el sol que escupe sobre su cara con una luz punzante, lo vuelve una luminiscencia clara ante mis ojos, sus cabellos en trinche, esa ropa estilo Ricky Martin que nunca cambia, que nunca cambió. “Tengo sed”, dice, y de pronto: «Huma no puedo, ya no puedo, ¿Qué tiene él que no tenga yo?»
     - a ella, hermanito, a ella…

sin miedo a la vida
Juma Paredes
Noviembre, 2017

anacoreta y yo (tres: sobre su fotografía y una clase magistral)

Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca....