-
Está el asunto de la partida, la de nacimiento,
mi nombre está tachado con tinta roja. No dejo de pensar doc y digo «pero si tus padres son así,
qué esperabas», pues es
como siempre digo «mis
padres son extraños».
-
¿Y luego?
-
Y luego nada doc, y luego nada… mi tío me regaló
unos lentes, unos para nadar. Yo no nado doc, nada hago, no es justo.
-
Esas manos Elús, que no dejas de mover vaya – el
analista se sirve una copa de whisky, mira el reloj, tiene tiempo y susurra «tengo tiempo» –, las mueves todo el tiempo.
-
No lo puedo evitar doc, se me van, se mueven
solas.
-
Háblame de tus regresiones Lús, ¿sigues viendo
tus grabaciones?
-
Así es, las veo, me da sueño, es complicado doc.
Son como representaciones grises que siempre tuve por sueños, o ensoñaciones
diurnas ¿o no lo fueron? Estudié en La Salle doc, me sentí bien.
-
Sigue Elús.
-
Tuve amigos.
-
Tuviste amigos – dice el analista.
-
Dos, sí – Elús levanta dos dedos, los sostiene y
cuenta en voz alta «uno, dos».
-
¿Los únicos?
-
Los dos.
-
…
-
Ayer desperté de madrugada temblando, tenía frío
en sueño y realidad. Soñé que no podía dormir y otra vez estaba en la regresión;
yo fui un pez doc, en alguna vida lo fui. Bueno, en realidad recordé como siete
vidas doc, siete carajo… y lo único que quería antes de hacerla era comprender
de dónde vengo.
-
¿Y lo hiciste?
-
¿Qué?
-
Comprender.
-
No.
-
Ok.
-
Bueno, en una vida fui una cabra, «cabra loca» me decían. También un ser
altísimo, plateado en un mundo de hielo y tenía dos soles
-
¿Acaso
eras pobre Elús?
-
¿Usted
me está jodiendo? Tenía dos enormes soles y la comunicación entre
nosotros era telepática. Yo flotaba en la superficie sabe… y esa voz santurrona
de la mujer que me hizo la regresión mientras sonreía doc, ese timbre, esa
delicadeza la tengo aquí metida. Ya no la veo, le temo.
-
Bueno Elús, quiero que salgas de esta vida
maravillosa y vayas al momento más importante de alguna otra, dime qué ves – dice
la mujer.
-
Un paisaje, veo un paisaje de nieve, y es de
día. Hay un sol azul y uno amarillo. Iluminan el prado – los ojos cerrados
Elús, lo están grabando.
-
Mírate tú.
-
Soy muy alto, delgado, floto, levito. Mi pelo es
largo y brillante. No uso la boca, aj, no usamos la boca, no nos contaminamos…
es todo telepatía.
-
Bueno, muévete al siguiente momento importante,
a la cuenta de cinco, cuatro, tres… ya estás allí, dónde, qué ves – insiste la
mujer.
-
Es todo rutinario
-
¿Algo más? – ahora ella cruza las piernas.
-
Una cabra, soy una cabra negra. Feliz en la granja,
segura. La hija del dueño me cuida. Pero de pronto veo gente y sé que muero,
que voy a morir porque me buscan, la niña llora, me llevan, me jalan con una
cuerda. Quien me jala es mi amigo Gerard, veo claramente su cara, sus mofles,
su pelo y esa risa que detesto.
-
Y ahora nos movemos en cinco…
-
No respiro – dice Elús.
-
Qué más.
-
Duele.
-
¿Qué ves? Ve al momento en que abandonas el
cuerpo, dime qué sientes.
-
Nado en un riachuelo de la selva, un hombre me
quiere atravesar, es pescador… intenta, quiere, quiere atravesarme con su
lanza. Plumas de colores en la cabeza, cabellos oscuros pegados a la cara,
pegados con sudor y risas… intenta clavarme y me duele.
-
Qué más sientes.
-
No sé. Siento que lo entiendo, tiene hambre, me
quiere comer. Me asfixio, me muero. Está todo tan claro. Ya no como pescado.
-
¿Y por eso no besas con lengua Lús? Ojooo jo –
fuma el puro Gerard.
-
No sé ni para qué te cuento estas cosas Gerard.
-
Conociéndote… lo contaste – dice el analista.
-
Sí doc, sí.
-
¿Y esa regresión te perturba Lús? – pregunta el
analista, bosteza con disimulo.
-
Más me molesta el recuerdo de aquella noche en
el cine doc, con mis amigos. En realidad, grité, pero no mencioné el riachuelo
ni el pescado. La película de mierda esa de los cazadores azules armados con
lanzas en el bosque me confundió, me hizo querer conocer nuestra selva sabe,
conversar con su gente, consultar, hablarles, hacerlos entrar en razón. La cosa
es que al final de la peli me paré y fui acercándome a la primera fila, desde
allí grité.
-
¿Qué Lús, dime qué gritaste? – pregunta el
analista.
-
Pues que sentía clarito cómo me clavaban la
lanza – dice Elús mirando al piso, se fija en una cucaracha que camina insegura
hacia la puerta, mueve las antenas y avanza, retrocede, avanza.
-
Ciertamente debió doler. Bueno, ¿y tus amigos?
-
Rieron doc, se cagaron de la risa.
-
¿Y cómo va tu imagen? ¿Ya tienes? – sonríe
Gerard, a pesar de verlo, mientras aspira el humo del puro, machacando un poco la
punta contra el cenicero, así, sí así. La hamburguesa intacta.
-
Desde hace poco Gerard, ahora me miro al espejo
directo – dice Elús, la mirada anodina.
-
¿Después de bañarte? – dice Gerard. Resopla.
-
Tal vez.
-
¿Y qué ves? -
Resopla.
-
Esperanza – mira el rostro risueño, regordete,
de su amigo Gerard - ¿vas a burlarte?
-
Pues imagina – sopla el humo, seca el sudor de
su frente con un pañuelo.
-
¿Qué Gerard? ¿Qué imagino?
-
Que te bañas para salir en la noche a una de
esas fiestas casuales – se acomoda a su gusto en el asiento, pone la mano en el
hombro de Elús -, imagina que te sientes algo coqueto y luego del baño estás
fresco y te peinas, embarras tus manos de gel, te acaricias la cabeza y te
miras, ¿qué piensas?
-
Que se hace tarde – transpira Elús - ¡uf! Qué
calor.
-
¿Y dirías que te ves atractivo? ¿Guapo quizá?
-
Diría que sí - transpira – apuesto que te da
risa.
-
¿No es un perro diminuto el que paseas cada
noche? – se acomoda, fuma Gerard.
-
Pequeño sí, mi Gizmo – es suyo.
-
¿Entra en tu morral? – mientras arroja un aro de
humo, despreocupado.
-
Sí.
-
¿Cómo sabes? ¿Calculas acaso?
-
Lo meto cuando salgo.
-
¿Te das cuenta que realizar aquello es
imposible? – sonríe Gerard. Resopla.
-
No jodas Gerard, lo meto al morral antes de
salir a pasear ¿ok? – levanta una ceja, se rasca la nariz Elús - entra perfecto.
-
Entra perfecto…
-
Sí.
-
Perfecto…
-
Sí, sí, así es.
-
¿Eres feliz amigo Lús? – una larga bocanada.
Resopla Gerard – piensa tu respuesta.
-
Chicos les hago una encuesta ¿qué dicen? – dice
alegre la chica de la encuesta ahora en el recuerdo de Elús.
-
Claro guapa, absolutamente ningún problema –
responde jovial Gerard, coqueto de improviso - no tengo problema. Está bien.
-
Yo no quiero – enfatiza el «no» y el «quiero» Elús mirando
aquellas piernas sin fin, de blancura contorneada, el tatuaje en el tobillo, un
corazón. Leve ventisca. Cierra los ojos – no quiero.
-
Bueno chicos, mi nombre es Luz. Tú te llamas
Gerard, dime ¿consumes gaseosas con frecuencia? ¿cuál es tu preferida? Cada
cuánto tiempo te
Elús ve a Luz, la vio llegar lento
bajo el cielo gris limeño, sosteniendo un cuaderno de apuntes, bella-extraña
ante sus ojos, no ha visto mujer semejante y lo invade un deseo de felicidad impaciente.
Admira su andar. Murmura frases cortas, balbucea. Está ahora frente a ellos,
frente a él. Una pelirroja de piernas largas, que mantiene el equilibrio sobre
un par de tacones atados desde los tobillos por una sinuosa cinta de cuero
desplegada hasta las rodillas. Siente una severa agitación corporal. Estoy haciendo una encuesta chicos. Se
llama Gerard. Bien Gerard, ¿qué gaseosa
te gusta tomar? Sus muslos son firmes, acariciados por una falda corta que
devela las formas de sus caderas. ¿Con
qué frecuencia la tomas? Voltea la mirada hacia él acompañada de unos
cabellos de un arrullo oscuro. Una mueca breve refleja ahora ansiedad,
preocupación. Elús percibe. Los labios carnosos, la nariz pequeña y esos ojos
enormes que lo miran intrigados.
-
Elús,
¿te llamas Elús? ¿Tu nombre es Elús?
-
Sí –
responde.
-
Ya
veo – piensa y dice, las palabras de pronto salen, esperando segundos que a él
se le antojan pesadilla pesada sin comprender la razón, lo mira, ya no piensa,
las palabras brotan porque sí - ¿Eres feliz?
En el sueño no es mujer doc ¿eres feliz?, es hombre, no eres feliz, es un pelirrojo pecoso
que me pregunta mil veces lo mismo, ¿eres
feliz o no eres feliz?, y maldita sea le tuve que contar a Gerard, no eres feliz, eres feliz, me detesto
con frecuencia. No eres feliz.
-
¿Y
qué más pasa? – el analista toma apuntes, muerde un rato el lapicero y apura su
copa. El humo.
-
La hermosura de la chica se esfuma, ya es
hombre, ya un dolor intenso aquí en mi pecho. El hombre luego cae de rodillas
con los brazos abiertos, pero ahora soy yo quien cae, abro la boca y miro al
cielo doc, como el soldado en la película «Pelotón» cuando lo revientan a tiros, ¿la recuerda? Bueno, de
pronto digo… y no crea que no me cuesta decirlo… de pronto digo «Mi ser es una flor», qué digo lo digo, ¡lo grito!
– Elús está ahora sereno, resignado.
-
Una flor - Gerard aprieta los labios,
contrayendo la papada, fingiendo preocupación. Resopla. Piensa si su amigo
guarda algún secreto, si acaso no encuentra límites en sus ansias de contarle,
confesar, si siente vergüenza o arrepentimiento – ¿gritas mi ser es una flor?
Ojoo joo, no seas pendejo Elús.
-
Ahí va otra vez tu risa de mierda… tú no
comprendes carajo – Elús muerde un pedazo de hamburguesa, pasa la carne con
dificultad, tose - no comprendes nada de mi vida, apenas me conoces. Lee el
letrero, prohibido fumar.
-
Ya, mmmh, a ver ¿Qué opinas de besar? – Gerard sopla
el humo.
-
Besar… un beso es algo muy personal – mira el
puro, no deberían permitirle fumar en público, lo deja pasar – muy personal.
-
¿Metes tu
lengua hasta el fondo? - insiste Gerard, y Elús imagina un rostro cercano,
recuerda algún aliento en su vida, un olor, el sabor de la saliva mezclada con su
bochorno, la vergüenza de una confianza forzada. La presión bajo su vientre - Pues
claro que no Lús, te da asco, ¿ves? Te conozco.
-
Lo disfrutas Gerard, lo estás disfrutando y me
jode.
-
¿Quieres a tu perro? – insiste Gerard.
-
Gizmo, está muy viejo, se orina – Elús dice y
-
¿Lo quieres?
-
Sí - Gerard disfruta, como si deseara, como si
necesitara ser testigo.
-
¿Te bañas? ¿Sufres? ¿Detestas ir a hoteles a
tirar?
-
¿Qué? – Elús ahora sonrojado.
-
¿Qué de qué?
-
¡Como que qué de qué!
-
Qué pues, qué… ¿sonríes?
-
Yo voy a dormir, no a tirar. ¡Quién te ha dicho
que a un hotel se va a tirar! – Elús se siente indefenso, como un tulipán
merced al vaivén de la brisa indescifrable de su destino, desde lo más profundo
de su ser; como una poesía esplendorosa que va acabando en lugar de volverse
siempre, toda ella, toda luz.
-
El sueño va más allá ¿cierto Lús? – dice el analista.
-
No – dice Elús.
Sí Elús, va más allá. Ahora en tu
cuarto, te recuestas a su lado, tus latidos se aceleran. Vuelve a ser ella,
ella que se voltea, que se mueve tranquila en la oscuridad, acurrucados bajo la
frazada. Recogiendo las largas piernas entre las tuyas se coloca ante ti, en
ti. Besas su cuello, cierras tu mano entre sus cabellos, la otra presiona su
vientre mientras entras despacio, como pidiendo permiso Elús entras una vez,
dos, más, sí, por ahí Lús, por ahí. Un círculo en su boca, un sonido que te
agobia, que sale despedido a tu ritmo mientras contraes tus muslos, presionas
los suyos, la miras, presionas su cintura mientras muerde la almohada, escuchas
sus gemidos mientras besas sus costillas, el tatuaje, ese tatuaje... Te pide un
abrazo, es cuestión del abrazo Elús, ese abrazo que no quieres, la cucharita que
rechazas. Te vas.
-
Doc, yo pienso a diario ¿sabe?
-
¿En qué? – el analista mira discreto su reloj,
la sesión es larga.
-
En lo que sucede cuando a un pueblo se le
arrebata el derecho de opinar, íntimamente relacionada esta idea con la
libertad. Me refiero a que los medios de comunicación estaban maniatados, las
autoridades absolutamente intimidadas, los poderes principales del Estado. Es
entonces cuando surge la violencia, el uso de la fuerza es todo lo que queda,
manifestarse públicamente, actitud natural ante tal situación. Yo fui a la
marcha doc, la de los Suyos.
-
Prosigue – mira la piscina en su jardín, su
pequeña jugando con mamá, se acomoda la corbata.
-
¿Recuerda doc aquel concurso de ensayos de la
universidad?
-
Continúa – si al menos el paciente no tardase
tanto, podría estar en Paracas justo esa tarde, se siente agotado –, no te
guardes nada.
-
Pues bien, participé.
-
¿Y bien?
-
Tremendamente doc – mira Elús arrobado al
analista.
-
Me refiero al resultado.
-
Es lo de menos.
-
Entonces no ganaste.
-
Lo hice… pero no quedé primero.
-
Lús querido – levanta una ceja el analista -,
déjame recordarte que la lógica de un concurso, de cualquier concurso, es que
gana quien queda primero.
-
Eso no es verdad.
-
Lo es.
-
No.
-
Continúa – la piscina, el sol que ya salió, la
risa de su pequeña.
-
He ganado, quedé segundo, soy el campeón de los
perdedores. Lo dijo en voz alta la directora «Señor Sarmiento, es usted el campeón de los perdedores», si hasta me felicitó y me
dio un regalo doc, un libro.
-
Un libro – la piscina.
-
Sí, de ingeniería – y allí está la directora
emocionada, aplaudiendo en su recuerdo. Los zapatos de tacón.
-
Pero si tú eres abogado.
-
¡Y de los buenos doc!
-
Eso está muy bien Lús, ¿pero y el primero?
-
Vacío – se mira las manos, junta Elús sus
índices, los choca y otra vez.
-
¿Cómo? – tiene un acceso repentino de tos el
analista - ¿Cómo vacío?
-
Que no contiene nada.
-
Sé lo que significa vacío Lús, pero…
-
Me siento bien doc, no sé cuántos concursantes
participaron ni de qué universidades.
-
Pero Lús…
-
Ni de qué universidades…
Te sientes bien Elús, tardé varias semanas, tardaste varias
semanas, en terminar mi ensayo sobre
participación ciudadana, lo hiciste durante las noches de tus fines de
semana ¡hasta que declararon al ganador! Desierto
Elús, desierto doc, nada, vacío, no hubo
primer puesto, te sientes bien Elús, yo
gané.
-
Imagina Lús que corres una carrera de cien
metros, o los que quieras, diez personas inician, o las que quieras, pero al
final nadie gana… y tú llegas segundo. Subes al segundo podio Lús, al segundo,
y el primero está vacío, nada, desierto.
-
No me voy a romper doc, no me quiero romper –
dice Elús, solloza -. Odio los días en que duermo sin razón, es el sentimiento
indescriptible al despertar por las mañanas y no saber qué día es, o si me
encuentro conmigo desde esa regresión ¿Usted me comprende verdad? Y encima está
el asunto de la punta, yo quise, atenté contra él doc. Pero antes lo salvé.
-
¿Contra quién? – ya no hay piscina analista,
acomoda nomás tu corbata; no más Paracas para ti.
-
Gerard, en Cumbemayo, trepó a la roca más alta,
lo seguí como siempre – endurece el cuerpo Elús, mueve las manos arriba, ahora
hacia abajo, mueve los brazos. El aire era fuerte arriba – el aire era fuerte y
Gerard no, fofo como estaba se detuvo y retrocedió un paso, perdió el
equilibrio digo yo, y como le dije el otro día en el McDonalds: «ojalá te mueras Gerard», pero no, ahí estuve, lo
detuve antes del fin.
-
¿Y después?
-
Vomité.
-
¿Ese viaje te trae algún buen recuerdo?
-
Ese no.
-
¿Y los otros?
-
Tampoco…
-
¿Y la punta?
-
Las espadas doc.
-
Prosigue con confianza – el analista asiente entrecerrando
los ojos que pesan. Disimula un bostezo.
-
Bueno, la noche antes de volver a Lima, estábamos
ebrios. Gerard estaba ebrio, inconsciente doc. Temiendo verlo levitar o verme a
mí mismo haciendo aquello, me metí en la cama – Elús soñó esa noche – y al
despertar, Láfiga me retó a un duelo, desenvainó su espada laser y me retó. «Yo soy Luke» dijo sonriendo bajito, pero
apretaba los labios, enojado durante un breve instante.
-
Láfiga dices – dice el analista.
-
Láfiga doc, sí – serio Elús.
-
No me hablaste de él. ¿O es ella?
-
Y «yo
soy Luke», dijo, «y yo Darth Vader» respondí. Alegre doctor,
estaba bien alegre. Reímos mucho.
-
Comprendo ¿Y lucharon?
-
No sé doc no sé… ¿Sabe el significado de odiar
doc?
-
Vaya que lo sé… prosigue.
-
Odio a Gerard doc, lo detesto.
-
Ajá, sigue.
-
No soporto la forma que tiene de contarme sobre sus
besos con lengua, y está su irritante risa. Me pide plata y nunca la devuelve –
transpira Elús -, cuenta conmigo sólo para pagar el taxi y siempre que puede se
burla de mí, de todos, pero nunca, jamás queda mal con nadie, nunca ¿es posible
que me dé algo para olvidar esa risa?
- Ya
veremos señor, ya lo veremos, pero bueno por ahora – dice el analista
contrariado, aparta las manos, se acomoda algo nervioso - cuéntame sobre esa
punta Lús, mencionaste una punta en la sesión anterior.
-
Sí doc, punta con punta.
-
Punta con punta…
-
Sí. La segunda noche en Cajarmarca dormimos en
un cuarto pequeño. Gerard se apropió de una cama completa, manos y pies, se
aferró a ella como pudo, la quería para él y nadie más, pero en realidad no la
quería doc, no la quería; tuve que dormir sobre un baúl que hacía las veces de
lavadero y posa vasos, en cucharita. La luz estaba apagada y saqué a Dardo.
-
Dardo…
-
Mi punta doc, la saqué. Me acerqué a Gerard con
Dardo en la mano y me acerqué a Gerard hasta que pude rozar su rostro con la
punta de mi
-
De tu Dardo.
-
De mi Dardo sí, pero despertó.
-
Se asustó.
-
Terror, vi terror en sus ojos. Me quedé quieto,
inmóvil doc. Estuve a centímetros de su rostro, pero no pude, no fui capaz. Ahí
lo tuve y no pude.
No pudiste Elús, sólo era un
pequeño roce en la cara, rozarlo y ya, cortarlo, pero sus ojos te vencieron, te
compadeciste, viste fe en la humanidad, algo así como un atisbo de esperanza. No
fuiste capaz, pero ya te sientes, pues has estado cambiando.
-
¿En qué sentido crees haber cambiado? – ya falta
poco analista.
-
Mi función social ha cambiado en la facultad de
derecho, antes no conectaba, ahora estoy vinculado. Instauré mecanismos doc, el
primero fue mediante el centro federado y luego el tercio. Me metí de lleno en
mi promo y sus juegos de medio año, me propuse ganar en las olimpíadas de Derecho,
serviría en mi hoja de vida ¿no le parece? – a Elús le parece perfectamente,
transformando su repentino progresismo en un entusiasmo galopante ante el analista
que sudoroso se sirve un trago, mira la hora -. Entonces conseguí el apoyo de
esa gente, asumiendo entonces el puesto del delegado-presidente de promoción,
eso definitivamente me serviría para alguna beca, respaldando así mis deseos de
no dependencia. Ahora soy Elús-presi-presente. Suena ególatra y pedante pero
así se presentaron las cosas doc, se lo juro. Hice que cien muchachos se
preocupen por ganar; lograr un sueño, un anhelo sin factura doc, de manera
legal.
-
¿Y ganaron?
-
No.
-
Prosigue.
-
Antes era el mejor legitimado para asumir roles
de «amiguito» pero ya no soy «lindo», ahora soy «chévere». Lo descubrí durante esta
semana, he llorado por mi promoción. Pensaba que no tenía suerte, relaciones
que buscaba y jamás ocurrían, pero es sencillo, cuestión de ponerse las pilas y
ellas vienen.
-
¿Ellas Lús?
-
Ellas doc, las sirenas. La primera fue hace
poco, la segunda me colé a una fiesta y estaba borracha. Le di más cerveza y de
tanto tomar me empezó a abrazar, simpática pero buena gente, me jaló de un extremo
al otro del local, de la mano y recién me di cuenta que no era simpática.
Jugamos un ratito y se fue, la seguí, se siguió alejando, la acorralé. La puse
contra la pared en una esquina – sus brazos le impiden moverse, su tamaño
desmesurado la agobia y allí está ella –. Me puse juguetón doc, rocé su rostro
a mano cambiada, suave doc, suave aquella piel. Antes pensé no conseguir, he
conseguido, era dependiente, ahora dependo de mí, desarrollo y vivo por fin.
Quiero hablar, hablar en público doc, ejercer poder, poder ser, estar.
-
Elús te felicito, has despertado – dice el
analista somnoliento, tras un breve bostezo continúa -. Eres como una mujer
afgana a la que arrebatan el burka, y le gusta. Has visto la realidad como es.
Te veo desvirgado mentalmente, tanto que dices sentirte seguro para hablar en
público o besar a quien sea.
-
¿Por qué cruzas las piernas? Te agarras ahí.
-
No pues no me cruzo, no, no me importa – se para
Elús, se sienta, calor – no las cruzo.
-
¿No te quieres cruzar con quién?
-
No me quiero cruzar con nadie.
-
Ergo quieres cruzarte con alguien ¿ves?
-
¿Qué cosa?
-
La cosa.
-
¡Cuál cosa! - Gerard deja escapar esa risa que
Elús detesta. Esos resoplidos interminables. Sus dientes amarillos, El pañuelo
sucio. La camisa pegada a su cuerpo mientras fuma. El sudor.
-
¿Sientes cosquillas?
-
¿Cosquillas? Pues sí, pero
-
Pero sin reír ¿Entonces eres feliz?
-
Le temo a la oscuridad, por las noches yo…
-
Sientes cosquillas por las noches
-
No.
-
Cuando piensas en la pelirroja del sueño –
aspira, arroja humo. Tranquilo, mira cómo se consume el tabaco.
-
¡No!
-
O en algún beso con lengua.
-
¡No!
-
De esa forma eres feliz, aunque tu perro sea muy
viejo
-
¡Basta! - golpea Elús la mesa del McDonalds con
el puño cerrado -. ¡Este jueguito homosexual se acabó! ¡No soy flexible! – Se
para. Corre hacia la puerta de salida del local. Cerrada. Patea arañando la
madera. y Gerard, sonrojado, pide la cuenta.
-
Lo habría logrado doc – extrae a Dardo del
bolsillo de su saco – aquí está, lo levanto y corto mire, mire: «fiu» y «zas» ¿ve?
-
Muy cerca estimado, más lejos – incómodo, el
analista siente la manaza sobre su frente, Dardo cerca de sus ojos que fiu y
zas, es parte de su trabajo.
Quedaste segundo Elús quedé segundo doc y lo sabes corrí una carrera y quedé segundo.
Corriste una carrera de uno y quedaste segundo ¡y nadie más compitió doc! Perdiste, perdí, pero nadie me ganó puta madre.
-
Se fijó en mi manera de cruzar las piernas al
sentarme, me miraba fijamente, que si de vez en cuando siento cosquillas, que
si siento, que si temo a la oscuridad doc, ya no le temo hace años – solloza
Elús, luego ríe – que si temo. Ese hipócrita de Gerard dejando escapar su risa,
no la soporto. Yo le juro que no me sentí flexible esa noche, de eso estoy
absolutamente seguro.
-
Abran la puerta – dice Elús contrariado mientras
el empleado del mes se acerca nervioso.
-
Usted no sabe lo que se siente - levanta ambas
manos – no lo sabe – las deja caer sobre el vidrio del escritorio y el cuchillo
sale volando hasta ¡clinch! en el suelo.
-
Quiero salir – susurra Elús contrariado –
¡quiero salir! – ahora grita con la mirada perdida mientras acomete con el puño
derecho hacia la puerta de vidrio del local - ¡Déjenme salir! – y el empleado
del mes busca desesperado la llave - Abre la puerta compare, abre la puerta
que el de la mesa paga, no abre, no abre la puerta ¿qué hora es? – se exaspera,
rasca, araña el vidrio, jala la manija – ¡pero abran!
-
No te vayas Elús – Gerard mantiene la calma
mientras su amigo sale hacia la fría noche buscando un taxi. Antes de subir
voltea.
-
Te vas a la mierda Gerard – vuelve a voltear.
Bajan del auto. La húmeda
madrugada cubre con un manto de neblina la iluminada avenida Pardo. Encuentran
una mesa libre, dame dos, sí, dos
hamburguesas, sí, sin agrandar, en
combo. Elús sorbe la gaseosa y sopla un poquito, el sonido de las
burbujitas lo relajan, segundo, mira
absorto al payaso de la entrada y piensa en voz alta, las palabras simplemente
salen en desorden: «segundo
quedé, y el primer puesto desierto Gerard».
-
¿Lo sabe tu analista?
-
Lo sabe y tienes razón Gerard, todo este tiempo
has tenido razón – la sangre llena su rostro mientras tiembla sibilino, entrecierra
los ojos - no me verás llorar.
-
Algún día debes detenerte doctor, mira que
reprimir emociones, piensa en tus acciones, tus emociones déjalas en paz – dice
Gerard y ahora Elús mordisquea trocitos de carne con queso – ¿has seguido
teniendo esos sueños? Ya sabes – su figura robusta se inclina levemente hacia
delante. Muerde, la crema embarra las comisuras de sus labios, embarra un poco.
Resopla. Se acomoda los cabellos y seca el sudor con un pañuelo sucio.
-
Esa mirada – dice Elús.
-
¿Cuál? – dice Gerard.
-
Esa con la que pretendes burlarte, tú me quieres
confundir Gerard… pero no lo vas a conseguir – más gaseosa Elús, más carne.
Elús Sarmiento confía en Gerard, su
mejor amigo y confidente, su hermanito mayor. Gerard lo estima. Verlo le
inspira confianza, hablar con él en ocasiones. A Gerard, pasar tiempo a su lado
lo sumerge en un letargo taciturno de amistad y respeto. Suelta un comentario burlesco
para cada situación de la vida de su amigo, quien lo distrae con frecuencia.
-
El asunto doc está en que, si se habla de participación
ciudadana, se ingresa en un campo que implica saber quiénes participan y por
qué, además de saber qué pueden y qué no pueden hacer los ciudadanos, cómo,
dónde y… y creo que cuándo. ¿Me sigue? Es básico contar con mayoría de edad,
pero hay más cosas; se debe nacer aquí y votar, ejercer derechos y deberes
ciudadanos. Ser ciudadano es realmente sentirse parte de una estructura social
y política, asumir responsabilidades sociales. Creo que la ciudadanía es poder,
ser autónomo. Mi padre es ciudadano, el otro día compró una radio y subió el
volumen a toda potencia… mi madre no dijo nada, reconoció sus derechos, pero arrojó
la radio a la basura. Han logrado convivir.
-
Lo tengo Elús – afirma el analista en un
arranque de inspiración.
-
¿En serio?
-
Así es – pero ya es muy tarde para Paracas.
-
Digame doc, por favor.
-
Me aburres.
-
Lo sé.
-
¿No comprendes? He ahí el origen de tu mal Lús
querido, eres aburrido y no te has dado cuenta.
-
Comprendo doc y también sé que me gusta, ella me
gusta, en el sueño acaricio sus muslos – abre la mano, la acerca, acaricia sus
glúteos y pierde su rostro en aquel abismo asfixiante. Está a punto. Sabedor de
tenerla a su lado, consigo, deja escapar aquel líquido eterno de indolencia y
apatía que consume su ser, sabe que puede tenerla cada noche en su mente, sin
que pase realmente nada. Sabe que cada noche puede dormir a su lado, aunque ya
no esté. Ansioso, estruja las caderas de su recuerdo, aquel tatuaje, su boca en
círculo, sus gemidos… y allí va despedido, sin límites, humedeciendo el
pantalón de terno en plena sesión – mierda doc, ¡mierda!
-
Usted no comprende doc, no sabe lo que
pasa – dice Elús, limpia su pantalón con un trozo de papel -. Yo era el más legitimado
para asumir roles de amiguito. A la gente le falta iniciativa doc, si eres buena gente
no consigues nada. Yo ahora pienso en mí. Soy especial.
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Esta sesión ha sido buena Lús, muy buena. Has
conseguido tocarme la vena más íntima - contempla la ventana el analista
resignado, hay luna llena.
“Flexible”
Juma Paredes
Octubre, 2017