Es corre, la luz del
farol acompaña su redonda silueta dibujándola contra el asfalto plagado de
arrugas que pisa y deja atrás riendo, con una risa nerviosa que sus ojos
acompañan pequeños, llorosos mientras ríe. Corre con la carga, Kashiro-kashiro, la protege mientras
corre a través de las arrugas, pisoteando charcos que chuak-chuak, dando
brincos y chuak salta Es. Sigue corriendo.
Oscuro, el sótano es oscuro y esos ladridos. Humo de cigarro. Cerveza.
Risas que crujen entre el aire y rasgan mis oídos, luces enormes que ahora sí
ahora no iluminan sala y comedor, ahora sí, allí todos ellos, ahora no, ahora
ya no. Cantan abrazados. Se me antoja oscuro. ¿Qué hago aquí? Ellos bailan,
ellos toman… me incomoda, el humo me incomoda, pica en mis ojos, los anega con
gotas que acarician ante rostros informes que danzan entre el pica-pica
alegórico de ritmos ensordecedores, tra, gritando tra tra, aquí y allá, felices;
seguramente es el humo, tra tra tra. Es el humo (vuelvo a pensar) y el sillón que se hunde bajo mi cuerpo,
cuero negro que rasgan mis dedos, como si tratasen de evitar que el dolor se
explaye, el dolor de mi alegría.
-
¿Va a zer una fiezta zenzilla? – Ticaycho quiere
saber y pregunta a Gerard, que pisa el acelerador, ligeramente preocupado, con
el aire golpeando su codo izquierdo, bajo la boca que abre y cierra y faltan
quince para la media noche y voltea de improviso para ver a Ticaycho. Resopla –.
¿Una fiezta zenzilla Gerard?
-
A ver, cómo te explico – bebe un poco de
cerveza, detiene la camioneta, están a punto de llegar. Limpia su boca Gerard
con un pedazo de servilleta. Arroja la lata por la ventana que choca contra el
asfalto, que suena perturbando sus ideas, presionando tizas sobre la pizarra,
plumones con fuerza. Se controla mientras forma un triangulito, con pliegues
aquí y allá. Ticaycho observa el retrovisor que refleja a su amigo observando;
en sus ojos puede verse, se miran. Fushhh, ahí va el avión -. Genial, será una
fiesta genial Ticaycho. - Ahora aprieta los labios, estrujando un billete en su
bolsillo, mete primera y suspira.
-
¿Zí? – dice Ticaycho, liberando un sonido corto
de alegría que no logra contener y comparte con una risilla mientras pellizca
un pezón de Mochino, que arrobado lanza un breve gemido, se enoja mucho Mochino
– pero no veo carroz, todo apagado.
Gerard avanza por el
estrecho camino universitario que separa la rotonda de la facultad de sicología,
donde algunas ratas enjauladas esperan condiciones operantes de sus acciones,
comer de su mano, acaso morir. Motivado inhala, infla el pecho distraído,
acomoda el pantalón de mezclilla cuya basta aún no ha subido mamá. Baja la
mirada y allí están sus ojotas, entre dedos que traviesos suben y bajan, como
gusanos ansiosos saliendo de la pupa. Mira las ardillas que suben, que bajan. Naturaleza
delante. Resopla. Bajita ella, los cabellos negros pegados al rostro, mirada de
miel mientras sujeta, mientras jala los tirantes de su overol; moviendo y
moviendo los pulgares se mece hacia delante, se mece hacia atrás; sube y baja los
dedos, tirita en esa mañana soleada. Tarda en invitarlo a una fiesta de año
nuevo en su casa. Tarda mientras tartamudeando un poco, Llevas, extiende la mano con un billete de cien soles, estequellevas a tus amigos, sí. Y Gerard
de pie estrujando el billete en un puño, estequechau,
siguiendo con la mirada a Naturaleza que ahora corre, que tropieza y corre
ilusionada hasta desaparecer entre árboles y ardillas. Abre el billete doblado,
liviano. Basadre lo ausculta enarcado en una mirada sin vida, un rostro
provecto, como arrugado, como indignado sobre una corbata que aprieta indolente
una papada que cuelga demasiado. Resopla. “100” lee. “Cien”, dice.
-
No solo carros… ni luces ni gente, no hay gente
– dice Huma, temblando de rabia mientras da un vistazo a la pequeña casa. Las
luces apagadas. No ve celebración -. Vámonos.
-
Ez una fiezta zenzilla – dice Ticaycho.
-
No me importa, bailo solo, estoy solo, si al
menos hay comida no me importa – mira los rostros preocupados de sus amigos
Mochino -. Pero no me caguen con el cuento del islandés – su rostro blanco y
pecoso enrojece bajo los rubios bucles que caen sobre sus hombros, cual muñeca
de porcelana con que otrora jugaban las zarinas. A los veinticinco se siente
solo. El pavor que experimenta ante cualquier mujer no ayuda, pero Mochino
abraza su realidad -. Me jode.
Gerard estaciona la
Ford, baja y raudo se acerca a la casita. Toca el timbre. Fisgonea a través de
un vidrio roto, moviendo un poquito la cortina hasta escuchar pasos, levanta el
pulgar a sus amigos. Hurgando una fosa nasal con el meñique presiona los labios
y guiña el izquierdo. Viste una guayabera sucia, shorts de jean, aquellas
ojotas, olvidó bañarse. Resopla mientras sostiene el pulgar levantado, saca con
la otra el pañuelo donde mami ha grabado su nombre, se seca la frente. Resopla.
Disimula la risa antes de sonreír mientras sus amigos callan.
Sí, es el humo. Mis labios secos. Sofocado, casi no puedo respirar.
Detesto a Gerard y un espasmo en mi mano derecha. Suelto el cigarro que se
desvanece en chispitas. Sale mi lengua, sofocado. Otra vez los pellejos en mis
labios, otra vez tengo sed. Cierro mis ojos y veo a Gerard (desde arriba) tirando una piedrita en la ventana de mi
cuarto, un sonido agudo que me saca del letargo soñoliento. Me acerco a la
cortina, la muevo ligeramente y allí está, de pie resoplando, sudoroso. La
camisa empapada sobre las axilas, con el pañuelo limpiando una frente que
transpira y esa maldita risa exagerada, que haciendo «sal» con la mano me mira
y convence, viste e ilusiona en una noche de año nuevo en que horas antes pasé
mirando el techo, viendo mi vida transcurrir despacio, toda ella era, y vaya
que me dio sueño. Despierto y aquí estoy con el humo, las serpentinas, el
cotillón; aquí ahora sin mi techo. Cómo lo detesto…
-
Hijita ya vino tu novio – dice Mamamima –. Y
trajo a sus amiguitos oye mmm-mmm. ¡Qué barbaridad!
-
¡Estequeabre la puerta antes que se vayan Mamamima!
– dice Naturaleza y aplaude alegre - ¡Sí!
-
Ay pero pasen chicos qué gusto tenerlos por aquí
– brincando un poco la señora con saltos cortos de tacón y seis chilcanos
encima - ¿Cómo estás hijito?
-
Bien tía, con hambre – ahora con hambre Gerard.
-
¡Me imagino hijito! Ay pero no importa mmm-mmm,
al fondo tengo trrres ollas de arroz chaufa… trrres… Pasen, pasen, bienvenidos
– “Mi Naturita” piensa, “y este gordito bonachón”, celebra ahora decidida – ¡La
fiesta recién empieza! ¡Chapen su cotillón! ¡Qué barbaridad!
-
Completamente de acuerdo señora, tanto gusto –,
pasa la derecha sobre el cabello negro, algo graso, un poco largo. Resopla.
Saca un pañuelo, seca el sudor en su frente -. Me comentan que hay una fiesta
aquí.
-
¡Ay hijito! Eres un bribón. ¿Siempre tan formal
Gerito querido? Igualito que cuando chico venías aquí a jugar con mi Naturita,
no te acuerdas ya cuando jugaban al doctor, mmm-mmm –, siempre alta la señora, guapa
en el vestir, las caderas que sinuosas en el vaivén de su andar que Gerard no
deja escapar, los cabellos negros ondulados, el rostro claro, la boca pequeña-pequeñita
soltando el «mmm» agudo y ahora algo sonrojada hablando-cantando.
La hélice da vueltas en
su gorra y Es mira la mecha, es corta, su chispa lo atrae. Voltea viendo a sus
amigos y vuelve a tropezar, Kashiro-kashiro,
se acerca. Un traje de marinero, descalzo. Allí está, feliz a sus cuarenta,
sosteniendo una sacuara con la que golpea el piso, rompe nidos de hormigas,
golpea vueltas vueltas y allá van los nidos volando, puntitos-patitas-antenas.
Ahora una cochinilla que deposita despacio entre sus dedos y presionando arroja
cientos de más chiquitas. Dando vueltas bajo su gorra, Es siente la hélice y es
feliz, y salta Es ante Huma que impaciente lo mira, sabiendo que es el momento
de huir, Ven Es conmigo mira ven, que
le han encargado una misión, toma,
que ha de entregarle el explosivo y se lo entrega, y ten cuidado, con cuidado, Kashiro-kashiro.
Caminan a través de un
largo pasadizo, oscuro. Al fondo una luz tenue. Pueden apoyarse en las paredes,
sentir el empapelado roto por aquí, suave por allá, rascarlo. ¿Una gaseosita chicos? ¡Qué barbaridad! Siguen
el toc de sus tacones que acelerados toc-toc-toc-toc y así llegan a la sala
principal, pequeña, rodeada de sillas y en cada silla un familiar soplando
serpentinas, arrojando pica-pica y aquella voz pendenciera una vez más, ya llegó tu novio hijita, de altísima
nota musical una vez más, Naturita mía.
-
Feliz año joven – agita el bastón y con la punta
golpea despacio el pecho de Gerard un anciano – en mi época esto no era así.
Ahí sí se bailaba carajo, no como ahora, puro manganzón, puro maricón, ni
chicha ni limonada, y dónde mierda quedó la música criolla carajo.
-
Feliz año tío – murmura Mochino.
-
¡Qué son esas confianzas carajo! Mire nomás ese
pelo. ¿Es usted dama o caballero? En fin, Señor Ruiz para servirle. Salud…
¡Salud mierda!
-
Ay no le hagan caso, ya está borracho el tío ¡qué
barbaridad! ¡Pero feliz año pues chicos! – ofrece maní Mamamima – ¡Alegres los
quiero ah! –, pasas, gaseosa. Ofrece canchita, toc-toc.
-
Gracias señora, oye Gerard… no deseo maní
gracias… te odio… canchita sí un poquito… si no fuera porque a ese viejo,
Mochino le pareció mujer, te odiaría más… no bailo gracias. Huma me llamo sí.
Un poquito sí, rico y
-
Estequemamamima quiere que bailemos – ahí
Naturita ante Gerard, casual, mirando sus pies y los suyos - y háganle una rueda, gracias por venir
Gerard, yo, bueno yo, a Juana… a Juana,
era mi propina sabes, mis cien soles, las
chicas, pero valió la pena, tú vales la pena porque yo, ¡del Can!, yo te quiero Gerard (haciendo
ambos una rueda a Juana).
Ahora el cha cha cha
sabroso, ahora Huma viendo a Gerard, que excedido en alborozo baila, abre las
piernas, se agacha y salta uno, salta dos, salta tres ¡cha cha bum! Y abraza a
Naturita, le susurra al oído y ella rauda entra en la cocina, ¿Ay pero es que acaso tu amigo es mudo
hijito? mmm-mmm, y ahora vuelve con más cerveza que Gerard recibe, que
secando su boca con una mano toca el hombro de Mochino (ahora tan callado).
-
Mi amigo Moche es de Islandia tía – presiona un
poco Gerard la paciencia de su amigo –, no entiende peruano, dile lo que
quieras, no va a reaccionar.
-
Zí, de Izlandia zí – dice
-
¡De Islandia vaya! Ya me parecía, se le ve medio
raro, muy callado el gringuito. Y esa cosa que tiene ahí en la cabeza ¡qué barbaridad!
Mucho pelo, muy rubio, no sé hijito, es como un zorro muerto que tiene allí
encima… me asusta este chico, demasiado blanco. ¡Que diga algo Jesucristo
bendito!
-
Ahí donde lo ves tía, encarna una anomalía de
naturaleza genética que causa la ausencia de pigmentación de ojos, piel y pelo.
Su presencia simplemente nos resulta agradable – escucha Mochino controlando,
pensando, soporta Mochino entrecerrando los ojos -, ¿cierto Ticaycho?
-
Zí.
Hacen ronda singular
para Gerard y Naturita, aplauden, cuentan ahora todos hacia atrás, desde diez.
De rodillas, Huma los enciende mientras Ticaycho puja algo mareado, como
resignado a una fiesta mediocre de año nuevo, lo mejor que pudo conseguir y
allí está la sarta, entre la puerta y el papel higiénico con otra sarta que
pasa después, que explotan juntas, que queman sus pies a pesar de levantarlos, Lambadalé, puja y maldice, lambadalá, con Naturaleza que se agacha
un poco sin dejar de moverse, danzando
lambada eh, para acercar su rostro al de Gerard que experimenta una ligera
erección, danzando la lambada.
Sorprendido, preocupado viendo a Ticaycho romper la puerta del baño de una
patada y arremeter contra un anciano con bastón.
Su mano sube temblando, ¡Pero bueno chicos! ¡vamos a ponernos más
modernos!, mientras sujeta el encendedor encendido, ¿Por qué no bailan?, y eleva despacio el cohete hacia sus labios y “a
mover el culo” suena junto a esa luz desesperante. Huma quería divertirse
aquella noche, “a moverlo”, en lugar de aquello ahora siente la rugosa textura
del cohete entre sus labios, ¡A moverlo
chicos!, y esas notas musicales que fluyen indecisas entre breves espasmos.
Ahora tose, acerca la llama al rostro, hacia la mechita corta que enciende, que
quema peligrosa en cuenta regresiva, segundos antes de las doce.
-
Me quiere besar – resopla Gerard preocupado,
pasa la mano sobre sus cabellos –. Natura me quiere besar y no quiero.
-
No quieres.
-
No quiero. Y apaga esa mierda que hoy no
morirás.
-
Di la verdad.
-
¿Cuál? – dice, sus labios tiemblan compactos,
contiene la respiración, estupor, de pronto irritación.
-
Te pagó.
-
Me quiero ir – harto Gerard, respira intranquilo.
-
Te pagó, dilo y ya está. ¿Es que acaso nunca
quedas mal con nadie?
-
Como la canción.
-
Y lo dices así, sin más.
-
Sí.
-
Pero di algo.
-
Bli
-
Algo con sentido carajo, algo como: “cómo mierda
le voy a hacer eso a Natura, cómo así la voy a cagar”. Algo como: “si no me
gusta, mejor la dejo, mejor me voy, mejor nos vamos”.
-
Ezo, es ezo – dice Ticaycho –, nos vamoz… huimoz.
La sala ahora se mueve, los rostros se mueven las bocas abiertas las
manos se mueven abiertas sigue todo dando vueltas entre rostros boquiabiertos
manos que aplauden y pasos de baile de señores en ternos grises la vecina la
bisabuela en silla de ruedas el tío del bigote la tía chismosa el abuelo
bandido las sobrinas que ya deberían estar durmiendo… y yo… tengo náuseas. Ya
van a ser las doce deseo y no sé pienso en mi deseo mientras enciendo-pongo
entre mis labios el cohete chino que enciendo sin recordar quién me trajo aquí
y si explota es su culpa y explota y mi boca adormecida arde-pica entre mis
lágrimas mientras la seco con una mano ahora roja ahora sangre luego escupo, él
se ríe. Gerard se está riendo ahora de mí, pero lo veo lento, de cámara-lentos-movimientos
y escupo otra vez; sale algo de humo que soplo, que se mete por mi nariz. Estoy
tan cansado. Lloro.
Pelo largo tiene, no sé si es mujer. Lágrimas caen de sus ojos creo, se
agarra la cara, con sus dos manos se agarra y esa cosita roja que se mete a la
boca creo, que se mete. Lo prende cerrando sus ojitos, pena me da, risa me da
el mariconcito. Bien me cae. El gordo lo señala, se ríe, yo también. Risa me
da. Quiero salir, quiero jugar con mi hermana que siempre contenta me dice
quiere, que me quiere me dice, y quiero saltar, quiero jugar, kashiro-kashiro.
Mete las uñas en la
piel y rasga formando caminos sinuosos en el rostro, rojos de impotencia. Grita
su nombre. Gerard voltea sin detenerse. Resopla. Seca su frente con el pañuelo
sucio y Mochino “ven vamos que es el momento”, y Mochino “no pares que nos
vamos de esta mierda”, y Ticaycho
detrás escupiendo, maldiciendo a trote: “vamoz, vamonoz”. Huma ata sus cabellos,
sonriente con Es que sigue, que lo mira impaciente, dando brincos Es que lo
mira arrojando la sacuara bien lejos; ignora a su hermana que allá en la
ventana grita su nombre, se desgarra el rostro, segundos antes de recibir el
proyectil entre sus manos Es.
-
Ven Es, ven conmigo a reventar cohetes a la
calle yo te ayudo ven – y Huma va con Es de la mano, limpiado su boca de la
sangre que no para.
-
¿Kashiro kashiro?
-
… A la mierda sí…. Kashiro, ven. Los enciendo y
tú los llevas corriendo a la esquina, te sigo vamos.
Pelo largo tiene, mujer debe ser. Me da el cohete grande, a humo huele.
Todos se están riendo, yo también. Mi hermana grita. Enojona quiere que vaya no
voy y no voy que quiero jugar antes saltar jugar antes con el cohete grande que
mi amigo me dio, mujer debe ser, mujercita con su pelo largo. No voy con mi
hermana, no voy y no voy, kashiro-kashiro.
-
Toma y corre, ¡corre! – agazapado voltea Huma,
levanta una mano, la mueve como apurándolos.
-
Vamoz Gerard – jala Ticaycho del hombro, de la
guayabera sucia –, vamoz -. Gerard se deja llevar, mete la mano al bolsillo y
allí está la textura, como con poros, como arrugada del billete que saca, que
corre mientras saca y besa, acaricia contra el mofle.
-
Ja ja ja, Ticaycho no sisea tanto no exageres –
dice Láfiga.
-
Nada, sisea y ya – digo – ¿Me dejan seguir
contando?
-
Solo un ingenuo pensaría que lo vas a dejar ahí –
me dice Elús, noto cierto enfado en el tono de su voz, acaso quiera hablar de
otra cosa –, que no inventarás algo acerca del buen Ticaycho. Ahí donde lo ves,
es bueno de pies a cabeza, y te odia Huma de mierda. Me lo ha dicho. Te odia
casi tanto como yo a Gerard. No te creo ni mierda.
-
Ya ya, a ver, ahora Ticaycho en el baño por
favor – ríe Láfiga, quiere escuchar más. Bebe su cerveza.
No ha vuelto a pujar de
manera tan decidida desde hace años, 5, tal vez 10. La verdad es que no ha
disfrutado realmente sentado en uno así desde aquella fiesta de año nuevo de
hace 5, tal vez 10. Es un baño de losetas límpidas que alberga su melodía favorita,
uno como en esa fiesta, una que solo canta cuando nadie lo ve; la canta recordando
aquella fiesta, la forma en que huyeron del lugar, las burlas de Huma, la
vergüenza de Mochino, y Gerard estoico como siempre de pie buscando las llaves
mientras Ticaycho nervioso como ahora, como ahora mientras se aguanta. Alza la
tapa, acomoda sus pies sobre el borde de la taza, se agacha. Nadie ha
comprendido jamás semejante costumbre, de subir al borde, de agacharse así para
hacer asá, las manos sobre sus rodillas, “para evitar contagiarme de bichoz”
dice, piensa y puja agachado, con esa leve brisa bajo su pudor que le provoca
una alegría extraña mientras eructa, vaya brisa traviesa, acceso de bromita
inocente que invade su vientre, lo acaricia. Los ojos llorosos, en cuclillas al
tiempo que cae en una somnolencia chicha; baja un poco la cabeza, la mirada
perdida con un pedazo de papel en la derecha, canturreando con la mirada oculta
tras sus párpados cerrados, Unbreak my
heart, mientras pugna la caca por salir entre breves espasmos que lo
inquietan, say you'll love me again,
sumatoria de pellizcos ásperos que impregnan sus ideas de una hediondez
particular, acompañada de una sustancia viscosa, undo this hurt you caused, amarillo-naranja que arremete contra el
agua. Rasca su cabeza, canta ensimismado. Rasca. El papel, when you walked out the door, los lentes que caen al piso mientras
abre los ojos y advierte durante un instante y detiene su cantar para admirar
aquel gusanillo que discreto irrumpe bajo la puerta, sin sus lentes se le
antoja un gusanillo, sus lentes que no logra alcanzar. Y retoma, and walked out of my life, mientras pega
el papel con amarillo-naranja y presiona sus nalgas y pasa la mano entre ellas,
y nada, y mira frustrado y vuelve a pasar, y vuelve a presionar y nada, y ya
casi, y Ticaycho se frustra mirando un marrón borroso entre mucho blanco del
papel y nada, y el gusanito ahora son dos, y se acerca a sus pies entre sus
pies sobre sus pies que pisa unos cuantos pero los otros aún encendidos, toma
sus lentes, no alcanza sus lentes, no ve algo sin ellos y ¡pum!, siente pum en
sus oídos que dan vuelta a sus ideas difusas entre tanto humo pum y pum y pum
el gusanito transformado en sartas de cohete-chino. Y sube el pantalón. Patea
la puerta. Arremete contra un anciano y su bastón.
-
Imbézil, no era “Umbreak my hard”, ¡era “Starway
to heaven”! – reclama Ticaycho exasperado, rojo de ira.
-
¿En serio cantabas “Umbreak my hard” Ticaycho?,
eres tremendo marica – presiona Láfiga, cree ahora en la historia, quiere creer.
-
Que no, imbézil que no…
-
Doy fe – seca su vaso Gerard, le da un toque a
su puro y cruza una pierna sobre la otra, se pasa la mano sobre el pelo
grasiento -. Es correcto y tal cual. Es más, lloró.
-
Pero si estaba encerrado – dice Láfiga, cómo
poder oírlo.
-
Cómo no, si gritaba – le respondo –, incluso
afinado, como emocionado, como, como enamorado del amor.
-
Jajaja puta qué pendejo ¡Y qué más! – dice
Láfiga - ¡Que siga cantando por favor!
Ahora atrapa un pedazo
de papel higiénico entre sus manos, preguntándose en voz alta que qué está
haciendo y guarda silencio mientras el olor lo atrapa en aquella noche de año
nuevo; y se da cuenta que nunca se dio cuenta, Un-cry these tears, que no lo pensó, I cred so many nights, que siempre fue de reacciones violentas pero
sentimientos puros, diríase que hasta inocentes, Unbreak my heart. Está ahora callado ante el espejo, las lágrimas
caen despacito por su rostro, My heart,
ante la sombra de aquel anciano del bastón que ahora yace como siempre en su
recuerdo, quebrado.
-
De lejos parece simpático, de cerca nada que ver
hijita, nada que ver mamita.
-
No importa Mamamima, no me importa, estequemegusta
y lo quiero y voy a invitarlo a mi fiesta.
-
Ay mmm-mmm pero hijita – siempre aquella voz
cantarina, alzando la mano y sacudiéndola hacia delante - son las once y no has
comido, come primero, invita después. Mira, te preparé tu arroz chaufa que te
gusta. Ay come…
-
Ahí, déjalos ahí, sí, luego como. ¡Qué fastidio!
-
Bueno hijita mmm-mmm, todo para mi Naturita –
dice Mamamima.
-
Estequesí mamá gracias mamá, anda mamá.
-
Mmm-mmm ¡La nueva de Natura!... ahora le gusta
ese chico. Ay hija, siempre andas encerrada, diviértete un poco, qué barbaridad,
y encima esa ropa tuya parece de harapos, ponte algo decente. Tan bonita tú, y
con esos trapos negros, así cualquiera sale corriendo. Jesucristo bendito,
cuando yo tenía tu edad, siempre andaba impecable, mmm-mmm, con mi ropita
rosada e impecable, con esas mariposas de colores que te enseñé en las fotos y
bien planchadita, ay impecable hijita impecable… ¿Por qué no te pones ese
vestido hermoso que te mandó tu tía de Estados Unidos?, ese de tela bordada con
flores tan bonito… ¡Y ya quítate ese overol adefesiero! ¿Cuántos días que no te
bañas? ¿Acaso te he criado así? No hijita, yo te parí con dolor, y ahora me
haces sufrir. ¡Qué van a decir las vecinas! “A esa chica nadie le ha enseñado
nada en su casa”, qué barbaridad, ay dios mío santísimo.
-
Pero Mamamima…
-
Ay hijita ya no importa, si lo quieres, si te
gusta. ¡Ay yo te apoyo! mmm-mmm.
-
Mamamima yo…
-
Ay si me preguntan por ahí, yo les voy a decir
que no sé de dónde has salido tan cochina, porque aquí en la casa todos los
días nos bañamos, tú lo sabes. Siempre me preocupo que Bububu esté impecable, y
con esa gorrita que le queda tan mona, mmm-mmm.
-
Bububu ya tiene 40, ¿Te habías dado cuenta?
-
Ay es un niño hijita el pobre, una criaturita.
Bajó de un árbol ¿sabes? Yo lo recogí, es un monito… pero no importa, ¿ya estás
comiendo tu arroz chaufa? Prudencia hijita, sino te vas a poner más gorda
mmm-mmm ay la nueva de Naturita… una chica como tú tiene que cuidarse, o tu
amiguito ya no te va a mirar.
-
No me mira…
-
Ay bueno, ya no sufras hijita que yo te apoyo.
Anda y búscalo a la facultad, ve hija ve, invítalo, yo te apoyo. ¡Pero báñate
Cristo bendito!
-
No sé si querrá, anda con esas ratas Mamamimá todo
el día. Lo veo siempre haciendo anotaciones con esa bata amarillenta que jamás
se quita, lo miro a escondidas tras la puerta de su laboratorio, y yo me empino
y lo veo por la ventanita. Por cierto, mi “look” es “dark”, así se llama, “dark”,
y el negro estequemegusta… ¿me das cien soles?
-
Natura, Mamamima… ¡Es!... ¿Es?... te inventas
todo Huma marica – dice Elús.
-
Es
-
No seas pendejo cómo que Es… es qué.
-
Es pues Es, así dijo que se llamaba yo qué sé –
intento ignorar la interrupción, el vacío en la historia, y como siempre vuelve
a mi mente el tema de la verdad contra la mentira, la delgada línea que molesta
como mosca, como moscas, como moscas volando aquí y allá en mis oídos, como
mosquitos que
-
La verdad – comenta en voz alta Gerard,
decidido, convencido de un recuerdo que hasta el momento no recordaba, o
pretendía no hacerlo –, así se llamaba el puta, y Naturaleza que jodía y jodía
¿Se acabó el vino? ¿Hay más vino?
-
¿Webas, y los detalles? El otro día leí tus
tonterías y te dije que quería saber más acerca del ambiente, te olvidas, no te
importa – fuma Láfiga, coloca el cigarrillo en sus labios, aspira y abre la
boca, la cabeza hacia atrás, ligeramente, exhala y aspira por la nariz. Le está
entrando algo de sueño. Bosteza. – Cuando leo tus relatos no entiendo nada,
prefiero que me lo cuentes. Escribes todo enrevesado, sin un buen comienzo, sin
final, sin detalles, me aburre, me aburre mucho leerte huevón. Un buen escritor
debe escribir cosas claras, con un orden, una estructura, contar una historia
clara, sin desorden, ¿entiendes?, lo sabe todo el mundo.
-
La verdad no – digo, y digo bien -, se han
vuelto ustedes institucionalizados a la vela, aristotélicos, amantes de lo
políticamente correcto… no entienden nada. Algunas historias se cuentan
ordenadamente, otras no. La forma hace singulares a las mías. Digo, también me
encantan las narraciones extremadamente secas, con oraciones precisas, cortas,
afiladas cual cuchillos, listas para gustar a todos. Pero mis historias
escritas abundan en detalles, muchos, muchísimos carajo, por eso son difíciles
de leer. Eso es lo interesante de ellas, más allá de la anécdota; anécdotas de
jóvenes hay en todas partes, las mías demandan atención, son chéveres.
-
Láfiga dice: ¿Y quién te ha dicho tal cosa?
-
Huma dice: Mi mamá.
-
Láfiga dice: …
-
Elús dice: …
-
Gerard dice: …
-
Ticaycho dice: …
-
Huma dice: ¡Váyanse a la mierda!
-
Ja ja, bueno, dime al menos dónde fue la fiesta
– Láfiga ahora sonrojado, algo coquetón.
-
Era en una calle de San Borja, cerca de la
avenida Aviación – dice Gerard - ¿Puede ser?
-
Detalles, más detalles, está todo enredado, todo
mal… por aquí habla Es, luego hablas tú creo, luego entra la Natura esa y
nuevamente tú, y a veces hasta nos metes a nosotros en la vaina, las cosas que
hacemos fuera de la maldita historia, qué complicado eres – reclama Láfiga.
-
Insisto con lo de Es – dice Elús – no hay forma.
Es, Es qué.
-
Es… estupidín, ¿no está claro? – dice Huma.
-
Eres un imbécil Huma, en serio – dice Elús –,
así nadie te va a leer.
-
Ya venimos Natura – miente Huma -, vamos con Es
afuera un rato…
-
Zí, vamos a reventar un cohetón en zu mano.
-
Ah ya, ok chicos vayan nomás y diviértanse… -
anda Natura concentrada buscando a Gerard - ¿esperen qué?
Humo, las calles todo humo y gente saltando, gritando, cantando. Una
noche oscura, apenas veo la luna. Ninguna estrella y he decidido no morir
aquella noche, he decidido vivir mientras huimos agazapados hacia la esquina.
El carro está más allá. La luz tenue de los faroles apenas ilumina el suelo
donde pisamos y esa garúa que pica, que rasca en mi cara. El bosque un poco más
lejos, de donde Es regresa luego del primer estallido, pidiendo más cohetes.
Pide uno grande y ríe sin parar. Allí viene Naturaleza corriendo, gritando
desde el fondo de la calle, dando alaridos parece una más que celebra, una más
que salta de alegría mientras Gerard enciende la Ford y yo el cohete y Mochino
sube y Ticaycho sube. Sombras de aves que vuelan despavoridas de un árbol hacia
otro. Aullidos lejanos y allí está Es, levanta la mano, se estira, ¡pum mierda!
Gerard acelera.
Es corre tras la Ford. La luz del
farol acompaña su redonda silueta dibujándola contra el asfalto plagado de
arrugas que pisa y deja atrás riendo, con una risa nerviosa que sus ojos
acompañan pequeños, llorosos mientras ríe. Corre con el cohete en la mano, Kashiro-kashiro, la mechita peligrosa
encendida que protege mientras corre a través de las arrugas, pisoteando
charcos que chuak-chuak, dando brincos y chuak salta Es. Explota. Sigue corriendo.
“Mechita peligrosa”
Juma Paredes
Octubre, 2017
Octubre, 2017
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