sábado, 13 de octubre de 2018

anacoreta y yo (tres: sobre su fotografía y una clase magistral)

Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca. Muñeca. No los veo, recorté la fotografía en mi mente, luego digitalmente. Yo detrás sonrío hacia él como si de mí se tratase, la muñeca y yo unidos en un breve espacio de tiempo al centro, la foto centrada, el click de su atención. Sale mi cara. Tengo quince. Somos tres, son dos, soy yo. Lejos, estiro la mano queriendo alcanzar esas manos. No me miran, eso me da risa. Nunca había probado un daiquiri. Estoy contento.

Ante todo, buenas noches, impostando la voz resopla Gerard, es para mí un placer iniciar este magno evento, dice grave precipitando el puro desde el bolsillo del saco, con la participación de nuestro compañero aquí presente que ha tenido bien en llamar “clase magistral”, aspira el humo antes de soltar aquella risa aguda, exasperante (“jo jo”, alternándola en ocasiones con un “ohooo” sostenido), tose un poco y resopla, doy la bienvenida además, suelta el humo, a nuestro bien ponderado equipo colombiano ya conectado en video conferencia para hacer las delicias de esta ponencia que quedará en los anales de la historia de nuestra empresa, nuestra casa. Aplausos por favor.

Tengo treinta, no sonrío. La mochila sobre mi regazo oculta mi gusto por ella, mi placer prohibido. Utopía. La tengo tan cerca. Mi foto a los quince mientras tecleo. Su cara tan blanca, sus ojos. Yo a los treinta mirando el monitor. Ella a mi lado tan lejos. La plataforma educativa de fondo, es mi foto la que brilla risueña, yo brillo risueño. Sonrío, más no le sonrío, le temo a sus cabellos lacios; soy fiel a mí, a mi cuerpo. Ya me digo que no ignoro la naturaleza sagrada de mi templo que glorifica al eterno en mí, en mi cuerpo y en mi espíritu. No la niego, no niego que ella me agrade, me agrada, ¡no me agrada! Sonrío. La mochila. Nunca desde entonces el pelo largo, nunca desde esa noche alegre de daiquiris. El baile de promoción conmigo apretado en ese terno que me dura hasta hoy, bastó con subirle la basta. Se enojan conmigo una vez más, se burlan de mi otrora alegría. No me importa mientras ella se siente a mi lado ejerciendo presión inconsciente bajo mi regazo. La mochila encima me oculta, lo oculta. No estoy contento.

Nuestro experto en tecnologías educativas ha de iniciar, un momento querido, la sesión de hoy exponiendo, que te esperes Geri querido, Lady Helena adelante por favor, ah no marica aaah no, ¿no qué?, estoy algo confundida no puede ser no entiendo, ¿no entiendes? Simplemente no puede ser, tal vez puedas ser más explícita, ¿esto se muestra a nuestro personal? ¿esta mamera se muestra a nuestros clientes?, this will be shown to our customers of course, ¿seguro?, sure, ¿seguro seguro?, ¡por qué no habría de estarlo!, para empezar querido me quitas esa foto horrorosa que has puesto ahí ¡a quién se le ocurre Geri!
-       Lady Helena – dice mi amigo anacoreta.
-       ¡Si se trata de atraer a nuestros clientes! – le dice Lady a Gerard, quien escucha atento, intentando salvar una ola más de la tempestad navegada durante más de una década, una ola más pasando como tantas, con él emergiendo, flotando un año, dos olas, tres décadas más. Resopla.
-       Lady Helena – dice Gerard resoplando.
-       ¡Esto es una afrenta no solo a nuestra marca, a nuestra misma institución!
-       A ver, Lady
-       ¡Me quitan ahorita mismo esa cosa!
-       A ver…
-       ¿A quién se le ocurre? ¡Quién es!

soy yo, es él. soy yo en esa foto, es él a sus quince. aquella pareja tan contenta no sale en la foto y yo aprendiendo a reír sí, aprendió a reír esa noche entre copas. había tomado mucho, tambaleaba canturreando una balada. arranqué mi corbata, la tiró al piso pisoteándola antes de alzar la vista-antes de reír-sí, antes del fin: “antes del click” (dicen ambos, escritor y retratado), mostrando aquel rostro desencajado de los ojos húmedos y el pelo largo (dice el escritor), oscuro bajo un terno gris heredado. oscuro y una corbata demasiado ajustada que desajusta (dice el escritor y sigue diciendo) antes de sonreír y después de hacerlo. esa noche aprendió a sonreír / “esa noche reí con el alma entera”. (dicen)
-      Estimada Lady Helena, sepa que es mi foto – ahora anacoreta formando un puño con una, taladrando su sien con el índice de la otra -, sepa que soy yo (y lo repite bajito).
-      Ala carachas, no sabía que era su foto, me va a disculpar, ¡pero su merced no negará que esa foto es frondia! – meciendo los cabellos Lady Helena entre el lag de una pobre conexión, su bogotano marcado y la vergüenza puesta a prueba ante tamaña muestra de sinceridad.
-      La escogí al azar, hice un algoritmo sencillo de búsqueda y elección de fotos, la base de datos estaba compuesta por una serie de imágenes, y por serie de imágenes me refiero a algunas imágenes, y por algunas imágenes me refiero a pocas imágenes, bueno, por pocas imágenes me refiero a dos, una de mi fiesta de promoción, la otra era la copia de la foto de mi fiesta de promoción, en ambas salgo riendo, soy yo riendo Lady Helena, soy yo (y lo repite bajito cubriendo su boca: “soyyo-soyyo-soyyo”)

Allí el anacoreta ahora quebrado en silencio tamborilea despacio sobre la mesa. Borra la foto del perfil, cerrando los ojos para atrapar el recuerdo de aquella noche en que feliz bailó con la chica de al lado, esa que lo obliga a usar la mochila en el regazo, esa a quien hace viajar continuamente al pasado, a la noche en que tomados de las manos sonríen a la cámara sin testigos. Una noche falta de amargura, carente de dolor.

Fotografía: Juma Paredes







       






        “Sobre su fotografía y una clase magistral”
                                                                     Juma Paredes
                                                                 Setiembre, 2018

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Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca....