miércoles, 3 de enero de 2018

in-vi-si-ble

y luego nada, y luego es nada, como mi nombre, manchado en la partida de nacimiento, ocultando un nombre supuestamente mío que desde entonces debo aceptar, me pregunto cómo, me respondo que tiene lógica siendo como soy, invisible. Le preguntó que qué hacía, «qué hace tu hijo», y claro, no me conoce y eso le dijo padre, que nada, «qué hace, nada», cualquiera que me conozca respondería que me encanta leer libros de derecho, y lentes para nadar fue lo que me dieron. Solo insiste en que muevo las manos, que no las dejo de mover vaya, eso lo exaspera y no lo puedo evitar se me van, se mueven solas: «he oído cosas peores», me dice y le creo. Lo he visto llorar, de pequeño pensaba que sufría, luego comprendí que yo lo hacía llorar… de risa; hasta la vez en que descubrió me daban asco los besos en el bar aquel, padre hablando de sus vainas, «y sí, a tu edad me tiré a esta hembra, tremenda hembra y sí a la otra» y yo sí, qué bien, «y lo que más me gustaba era andar agarrándolas ahí en la calle a besos, metiéndoles la lengua tú sabes», y se me ocurre que no, que aj, e increparle indignado por usar la lengua, ahí se quedó callado, desde arriba me miraba y así está hasta hoy. No sabe nada de mí. Pero me hice hombre, reaccioné, me fui de casa y no le dije, tomé el periódico, pagué y me mudé al frente, cruzando la pista.
(mirando distraído Elús las losetas resplandecientes del baño intenta comprender a padre antes de abrir el grifo, refrescando su rostro atezado que húmedo descansa sobre un joven alto de ojos tristes, cargados de añoranza por aquellos días en que ingenuo, ¿será posible?, creía ser, ¿será posible que no tenga imagen?, cepillando sus dientes de-ci-di-do a no encontrarse en el espejo, sumido en pensamientos que lo llevan al día, ven, algunos años atrás, en que lograba ser mayor de edad y su padre frente a sus ojos, ven hijo, hombre de mirada adusta, rostro severo y desencajado, ¡Ven mierda!, con el cigarro encendido entre sus labios diciendo: «Ponte otra ropa, cambia de peinado», sin saber cuánto tiempo llevaba allí, o que lo admiraba, ¿Ya te has tirado alguna hembrita?, esperando su aprobación desde hacía tanto, ¿Ya te has tirado algo?, pero a cambio lo toma del brazo con firmeza mientras presiona su cabeza contra el espejo, ponte otra ropa, el vaho delante de su respiración, cambia de peinado, mírate bien le dice, ¿Puedes verte?, la luz a través del foco blanquecina parpadea chispeante, claro que no, y el mentón de su hijo que samaquea esa mano callosa formada golpeando narices: «si no tienes imagen»)
es que me refiero a que antes era el mejor legitimado para asumir roles de amiguito, pero ya no soy lindo, lo descubrí durante esta semana, pensaba que no tenía suerte, relaciones que buscaba y jamás ocurrían, pero es sencillo, cuestión de decisión. La primera fue hace poco, la segunda me colé a una fiesta y de tanto tomar me empezó a abrazar, simpática pero buena gente, tomó mi mano y recién me di cuenta que no era simpática, se fue, la seguí, se siguió alejando, la acorralé contra la pared en una esquina, rozando su rostro a mano cambiada: «eres hermosa», le dije, y entonces mi pata llegando me golpea en los huevos, a palma abierta con el dolor que subía y yo cayendo de rodillas devuelvo el golpe, a mano cerrada, iniciando un rictus de dolor, transformados en dos imberbes ante ella que grita que qué hacemos, que si estamos idiotas y yo respondiendo que no: «es que somos bien amigos».
(mirando sereno al sicólogo, pensando que antes no podía conseguir, diciendo que ahora sí, que es independiente, que depende de sí, que vive por fin, que puede ser, estar, que su yo vivo no habita más un cuerpo muerto y el sicólogo felicitándolo le dice que ha desvirgado su mente, comparándolo con una mujer afgana a quien acaban de arrebatar el burka)
es que no es suficiente doc, he triunfado, participé en un concurso de ensayos sobre pueblos indígenas, el resultado es lo de menos, quedé segundo, pero he triunfado, soy el campeón de los perdedores. Lo dijo bien fuerte la directora: «Señor Sarmiento, es usted el campeón de los perdedores», felicitándome me dio un libro de ingeniería que arrojé al tacho sin chistar. No me importa que el primer lugar haya quedado desierto, lo importante es que ya no siento aquella lanza constante que me atraviesa desde que tuve aquella regresión donde me vi nadando en un río de la selva, las redes penetrando para darme caza, ese viejo pescador que me quiere atravesar, yo un pescado, él con su lanza y esas plumas de colores en la cabeza, cabellos pegados a la cara con sudor y risas… intenta clavarme y me duele. De algún modo sé que tiene hambre, y que he vivido lo suficiente. No quise evadir la red, respeté su derecho siendo el sustento de su familia en mi otra vida, sacrificándome mientras me asfixio atravesado mientras él eleva un cuerpo que va dejando de ser el mío. Lo miro desde arriba, me mira desde abajo. Cierro mis ojos. En cierta forma está todo tan claro, en todas las formas. Ya no como pescado, lo decidí aquella noche en el cine con mis amigos, hace tres años, sigue ahí como si fuera hoy, esa conexión que sentí entre la película y mi yo pescado antes de gritar desde la primera fila, esa película de los cazadores azules armados con lanzas, gigantes, a quienes los humanos explotaban. Las escenas en el bosque me confundieron, lo até, lo enlacé conmigo pescado, y ya casi por acabar me acerqué a la pantalla, gritando antes del final que sentía clarito cómo me clavaban la lanza. Es una imagen vívida que me llega a la vena más íntima.

 “in-vi-si-ble”
Juma Paredes
Enero, 2018

 
Tomado de: http://viajeparanormal.blogspot.pe/

anacoreta y yo (tres: sobre su fotografía y una clase magistral)

Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca....