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¿Qué haces?
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Escribo sobre ti, pero las palabras
Me conversa como jugando mientras elevo la vista y allí está
su sonrisa, abrazando dientes que rasgan mis labios despacio, como arrebatando
el escozor de su boca susurra cuando está y hace falta cuando no. Y la veo
borrosa y ahora Viela también, sin los lentes ambos que chocaban y ahora no. No
logro interpretarla, saber qué dice su mirar y calla, solo siento sus pestañas
que picotean mis párpados, junto a sus cabellos que jalo despacio, casual.
Ahora quiero que sonría, que cierre esos ojitos despiertos, coquetos; que no
duermen, que sostienen mi mirada, que abren y cierran mientras me cuenta que
quiere experimentar, que ahora conmigo y luego sin mí. Por ahora ese alguien
soy-fui yo mientras sostengo sus manos frías que las mías calientes cubren intentando
evaporar su desconfianza, en vano.
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pero las palabras no me alcanzan, me siento corta. ¿Tú qué
haces?
Ahora te miro y estás allí a mi lado mientras reímos en un
bar entre varios, con humo y chilcanos estafadores hasta que encuentro dinero
tirado en el piso y yo feliz y tú ríes conmigo, uno cerca del otro mientras acaricias
mi cabeza con algo que se me antoja cariño, travesura en realidad. De pronto
quiero crecer para alcanzar tus pensamientos que vuelan, que retroceden para
irse y luego vuelven entre los míos, se mezclan con la segunda vez que
aceptaste salir conmigo, te aburriste sobremanera entre capitanes y gente
mayor, y yo nada, propongo y cierro los ojos, esperando nunca-pronto llegue la
hora en que altiva bajes del carro, de frente, ya sin mirar atrás, ahí sabré
que no vuelves, o lo harás para regalarme medio beso, como quedándote con las
ganas que alguien más tomará.
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Digo, solo tú estás en mi cabeza y eres la razón del por qué
veo mi celular a cada rato y leo tus historias.
Y le gusto porque escribo, y nada más… y siendo así no dejo
de escribir mientras pienso las veces que pensé, decidí y fallé. Respiro.
Escribo y aparece su silueta delgada, aquellas piernas infinitas que acaricio
hasta su vientre, que ahora respiro cercano en su regazo, jala mis cabellos y
escucho palabras el interior de su piel clara, suave; cosas que piensa y no me
dice. Sus ojos cerrados me atraen hacia los lados de su cuello, entre sus
cabellos ahora sin aire. Atrapado entre su boca me hundo, me pierdo sintiendo
que es al revés. Sujeto sus tobillos y me acerco despacio al vaho de su
respiración mientras murmura. Y allí va mi dedo, se posa mientras respiro
bajito, forma círculos en el contorno, como una moneda horadada al centro de su
vientre, el ojo de la tormenta que no pude retener mientras mi lengua lo prueba
y el ombligo sabe, me mira, ve; siente el calor entre Viela y sus caderas, lo
siento ahora sobre su espalda que me recibe tersa, con espacios en los que me
acomodo-vengo y voy junto a sus palabras, y la hora a la que debe llegar a
casa. Quisiera no deba.
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Me gustas, sé que me gustas, pero no quiero una relación.
Y pienso entonces en la definición de relación, en la
diferencia entre hacer y no hacer, acompañar y estar solo, reír y fingir,
abrazar y simplemente no hacerlo. Escribo pensando en las relaciones que he
tenido sin querer, como si tenerla fuese una decisión o simplemente un estado
de involucramiento involuntario entre risas, vahos y ojos cerrados. Está ahora
callada, acurrucada entre mis brazos, las horas no bastan, las prisas no
afectan, las risas sobran. Allí sus historias en borrador, allí sus fotos, allá
sus miedos, lejos como la distancia que separa nuestras vidas. Vuelve a sonreír
de la manera en que me gusta y por lo que me gusta. De pronto abre los ojos y no
estoy a su lado. Estoy al frente y la llamo, y se levanta, y se acerca masticando
el chicle una vez más, lo hace sonriente, con la coquetería que ya no funciona.
Lo revienta, y empieza a hablar. Creo que le caigo bien mientras la escucho, creo
que me soporta, ahora sí, ahora ya no.
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Ayer quería escribirte y no lo hice... no te quiero
decepcionar, son mis cosas, las ideas que dan vueltas en mi cabeza, me
confunden y me caes bien pero
Viela
Juma Paredes
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