Van mis piernas hacia arriba, un poquito de lado, un
poquito yo hacia atrás. Veo mi mano que despacio se estira, como alcanzando el
aire para asir. Lo lento de la absurda situación me permite pensar en la excusa
y el qué dirán; la cara que pondré, las risas que antes del suelo veo aparecer
una por aquí, varias por allá y mi rostro imbécil que abre la boca pidiendo
ayuda sin decir, ojos abiertos, boca que deforme suelta la lengua arrojando un
chillido cruel, y mucha saliva: “ay” solo sale, y allá va ahora mi orgullo.
Duele mi espalda. Yace allí mi cuerpo entre 500, 1000
me miran, 999 que ríen ya mismo unos, otros algo después, todos ahora a la vez.
El techo con esa luz blanca y potente que desde entonces detesto, por eso no
entro a Wong y me fue difícil volverme a enamorar del verano. Mucha luz, más
humillación en la fila de adelante en que manos caritativas ahora se extienden
hacia mí, rozan mi cuerpo, acarician mi rostro: “no pasa nada” dice uno, “suele
pasar” otro y yo nada, conmigo no es, todo es mentira y allí estoy boca arriba,
brazos y piernas extendidos en forma de cruz, crucificado sin corona, pena o
gloria en aquella confirma del Belén, en el auditorio aquel, que viene a mí
entre alegrías ajenas y demasiado rojo en mi rostro.
Y allí está ella (lo peor), tostada. Sus pestañas que
me hincan y hacen cosquillas, una sonrisa que invade mi piel, aunque no lo
sepa, aunque nunca se lo dije, aunque tardé meses en que pensara que existo,
que estoy, que soy. Ella que incómoda con su rostro sobre el mío, derrama un
bálsamo de comprensión sobre mis días, ¡oh hermosa dama descalza!, dueña de mis
noches, el pasar de mis horas. Allí está ella… quiero llorar.
-
¿Te caíste tontín? – ríe.
-
No… así me siento yo, de espaldas (pero no lo digo, y eso es
mucho peor).
“Patas arriba”
Juma
Paredes
Julio, 2017
www.facebook.com/inmaduronarrador
No hay comentarios:
Publicar un comentario