viernes, 16 de junio de 2017

Yo sobreviví al primer gobierno de AG

Recuerdo la mañana en que madre me lleva de la mano hacia la esquina de mi casa, en Magdalena. “¿Dónde vamos mamá?”, digo mientras su mano es grande y la mía pequeña. “Aquí a la Javier Prado nomás, media cuadra.”

Ahora tengo nueve, estoy con amigos cantando, un terrorista dos terroristas, mientras el vocalista salta sobre el escenario del colegio Sophianum, se balancean, y esa niña me gusta, sobre una torre derumbaaaada, y la tarde llena de aire mis pulmones, el recuerdo se desvanece hoy a mis cuarenta, como veía que resistía.

 Y muchos adultos, el calor invade entre tantos que se amontonan esperando emocionados y no comprendo mamá, qué cosa hace un presidente, “el bien mi amor, el bien”.

Ahora tengo diez, y nadie sale después de las doce, no me afecta, aprovecho para hacer tareas. Es una aventura esto del apagón, bajo la tenue luz de una vela que prendo ay, un poquito uy, que me quemo. Hoy sería algo así como perder la conexión a Internet, mis alumnos no conciben la idea de perder luz, de leer con vela, o dormir asustado por interminables estallidos aquí y allá que madre apacigua contándome historias de policías y ladrones, hasta que no se contiene y aparecen una vez más los militares que mataron a padre, bajo el mismo toque, años atrás.

 Y no entiendo por qué este señor que abuela afirma emocionada se parece a su hijo el menorcito, está ahí parado en un carro sin techo que avanza despacio mientras lo saludan. Las personas mueven las manos, gritan, sí, ríen, cómo no.

Ahora tengo once, abuela canta tangos mientras refunfuña sobre la leche ENCI, la cola para comprar pan, lo hiperinflado que está todo, caminito que el tiempo ha olvidado, e insiste en que es culpa de ese presidente, que juntos un día. “¡Y atraparon a Polay!”, grita mientras me obliga a comer hígado, que es tan feo y saludable, nos viste pasar, “¡y ya se escapó Polay carajo!”, he venido por última vez, pero lo mío es la batalla entre mis G.I. Joe, no esas matanzas de las que hablan en la radio, tan lejanas, he venido a contarte mi mal.

El hombre es feliz recibiendo saludos. “Y es tan joven, el más joven que recuerde hijito”, y sigue hablando madre, bajito ante el griterío, “ojalá…”

Ahora tengo doce, madre me explica qué es el dólar MUC, se va a trabajar preocupada, han amenazado de muerte a mi tío, el empresario, mientras Carlos Alvarez repite “inti de tu eme” al ritmo de “Danzando lambada” en canal 2. Ahora en el noticiero, un tal Alva Castro habla de estatización, o algo así, bah, prefiero ver “V”, luego acabar “La ciudad y los perros”, todo el mundo dice que va a ganar, que será presidente.

Termino el libro y ahí está el comercial, “honradez, tecnología y trabajo” logro escuchar, antes que interrumpan las quejas del vecino sobre un enorme paquete, dice que está en shock, que la gasolina, que la comida; lo escucho llorar, está llorando mi vecino, es grande, cómo puede ser. Y Popy buscando su maletín, siseando y quejándose. Hoy veo el video que circula por Internet, donde en versión remasterizada recrimina con desparpajo “vas a rendir cuentas sobre los aviones Mirage, el BCCI, el departamento en París, el tren eléctrico, el grupo Rodrigo Fran…”; él solo ríe, con él no es.

Me acerco a madre, empinado mientras el sol pica mis ojos, los froto y logro escuchar “ojalá haga algo bueno pues”, vamos que tienes tarea amor. Sí mamá, vamos. Al hombre lo volvieron a elegir.


Yo sobreviví al primer gobierno de AG
Juma Paredes


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anacoreta y yo (tres: sobre su fotografía y una clase magistral)

Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca....