Recuerdo la mañana en que madre me lleva de la mano
hacia la esquina de mi casa, en Magdalena. “¿Dónde vamos mamá?”, digo mientras
su mano es grande y la mía pequeña. “Aquí a la Javier Prado nomás, media cuadra.”
Ahora tengo nueve, estoy con amigos cantando, un terrorista dos terroristas, mientras
el vocalista salta sobre el escenario del colegio Sophianum, se balancean, y esa niña me gusta, sobre una torre derumbaaaada, y la tarde
llena de aire mis pulmones, el recuerdo se desvanece hoy a mis cuarenta, como veía que resistía.
Y muchos
adultos, el calor invade entre tantos que se amontonan esperando emocionados y
no comprendo mamá, qué cosa hace un presidente, “el bien mi amor, el bien”.
Ahora tengo diez, y nadie sale después de las doce,
no me afecta, aprovecho para hacer tareas. Es una aventura esto del apagón,
bajo la tenue luz de una vela que prendo ay, un poquito uy, que me quemo. Hoy
sería algo así como perder la conexión a Internet, mis alumnos no conciben la
idea de perder luz, de leer con vela, o dormir asustado por interminables
estallidos aquí y allá que madre apacigua contándome historias de policías y
ladrones, hasta que no se contiene y aparecen una vez más los militares que
mataron a padre, bajo el mismo toque, años atrás.
Y no entiendo
por qué este señor que abuela afirma emocionada se parece a su hijo el
menorcito, está ahí parado en un carro sin techo que avanza despacio mientras
lo saludan. Las personas mueven las manos, gritan, sí, ríen, cómo no.
Ahora tengo once, abuela canta tangos mientras
refunfuña sobre la leche ENCI, la cola para comprar pan, lo hiperinflado que
está todo, caminito que el tiempo ha
olvidado, e insiste en que es culpa de ese presidente, que juntos un día. “¡Y atraparon a Polay!”, grita mientras me
obliga a comer hígado, que es tan feo y saludable, nos viste pasar, “¡y ya se escapó Polay carajo!”, he venido por última vez, pero lo mío es
la batalla entre mis G.I. Joe, no esas matanzas de las que hablan en la radio, tan
lejanas, he venido a contarte mi mal.
El hombre es feliz recibiendo saludos. “Y es tan
joven, el más joven que recuerde hijito”, y sigue hablando madre, bajito ante
el griterío, “ojalá…”
Ahora tengo doce, madre me explica qué es el dólar
MUC, se va a trabajar preocupada, han amenazado de muerte a mi tío, el
empresario, mientras Carlos Alvarez repite “inti de tu eme” al ritmo de “Danzando
lambada” en canal 2. Ahora en el noticiero, un tal Alva Castro habla de
estatización, o algo así, bah, prefiero ver “V”, luego acabar “La ciudad y los
perros”, todo el mundo dice que va a ganar, que será presidente.
Termino el libro y ahí está el comercial, “honradez,
tecnología y trabajo” logro escuchar, antes que interrumpan las quejas del
vecino sobre un enorme paquete, dice que está en shock, que la gasolina, que la
comida; lo escucho llorar, está llorando mi vecino, es grande, cómo puede ser.
Y Popy buscando su maletín, siseando y quejándose. Hoy veo el video que circula
por Internet, donde en versión remasterizada recrimina con desparpajo “vas a
rendir cuentas sobre los aviones Mirage, el BCCI, el departamento en París, el
tren eléctrico, el grupo Rodrigo Fran…”; él solo ríe, con él no es.
Me acerco a madre, empinado mientras el sol pica mis
ojos, los froto y logro escuchar “ojalá haga algo bueno pues”, vamos que tienes
tarea amor. Sí mamá, vamos. Al hombre lo volvieron a elegir.
Yo sobreviví al primer gobierno de AG
Juma Paredes
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