Gerard
resopla. El pantalón le aprieta. Ha subido algunos kilos. Lo sabe. Pregunta por
qué
«Me parece una estupidez», comenta Veraniel resignado, mientras
acelera el paso con el
, «¿Por
qué hago esto?», y
Huma nada, no responde, solo espera el momento propicio
cabello colgando en matas cuneiformes, los ojos cargados
de ansiedad, «Que quede bien claro
, el momento de
debilidad ajena, como una incontinencia intelectual que invade a sus amigos
que es una estupidez». En aquella boca reseca se
contorsionan sus labios, como pétalos al
y permite sean preñados de humillación.
amanecer, despacio, una y otra vez. Las manos invadidas
por uñas carnívoras, largas cual
Con el pañuelo sucio en la mano, Gerard seca el sudor de
su frente, se agita. Resopla. Avanza
cuchillas oxidadas.
un par de pasos, se detiene. El desorden de la habitación
impera, es amplia. Grafitis aquí,
«¿Somos bien amigos no Gerard?, este idiota se aprovecha
de eso, lo odio», y Gerard: «Claro
grafitis allá, y ese poster de Metallica. Un colchón
misérrimo en el rincón, testigo discreto. La luz
que sí Veranito querido», pero sus ideas se trenzan
palabra por palabra, lo somos, «confío en
tenue de la tarde de verano invade el espacio de un calor
sereno que embriaga la sensatez de
él». Desconfía Gerard. Aceptó el trago que Huma les
ofreció, pero solo probó, lo vertió discreto
sus amigos. Huma da un respingo, les pide prisa mientras
prepara la cámara. ¿Serán amigos?
en el vaso de Verano. Huele a desconfianza, hay menos
calor. El sol se va, la luna no. Y Gerard
Veraniel sube el primer peldaño. «¡Y la escalera para qué!?», Y «tú sube nomás», Huma dice,
escoge el otro lado, sí, el que quedará detrás de ambos
en el marco que Huma imagina,
luego desganado, Veraniel sube el siguiente oyendo el
crepitar. Sinrazones chirrean en su
«Pero no se muevan que no puedo enfocar». La sospecha
enciende un pedacillo de
mente, como huevos crepitando al compás de una fogata
taciturna. Tiene miedo.
mechita
peligrosa en la serena mente de Gerard.
Inseguro, Veraniel se sitúa un par de peldaños más
arriba, hacia la izquierda. Tímido sonríe,
«¿Estás nervioso?», le pregunta Gerard bajito, mientras
poza el vientre sobre su espalda, medio
en fracciones, como regalando al camarógrafo pequeñas
fracciones de su juventud.
metro más
arriba. Resopla. «¡Solo
es una foto para el recuerdo carajo, serénate», dice Gerard,
He ahí Verano que parpadea recordando sus días de
infancia. Y Huma que jode y jode ahora,
y Verano se serena, pero él en realidad no. «Y déjate de
webadas, no todos los días termina
que jode y jode ayer, cuando se enteró del asunto de la
papaya.
uno el colegio, y el resto tarda en llegar.»
De pronto allí está Veraniel a los doce, entrando a
casa, no soporta las ganas de orinar. Raudo sube al segundo piso del hogar y
abre la puerta desesperado. Entonces Otoniel lo mira, se miran, el torso
desnudo. El pantalón abajo, las medias caídas: «¡Pero qué carajo haces!»
Y Huma aún sigue jodiendo mientras se pregunta la razón
de esa repentina sonrisa que Verano
«Tanta
vaina por una papaya», piensa en voz alta Veraniel, y de pronto se ve en
aquella escalera
pretende ocultar. Configura mejor el enfoque, cierra un
ojo, lo abre y guiña: «de qué te acuerdas
junto a Gerard, sintiendo el roce de su vientre, y se le
escapa un «ay»: «¡Ay!»,
que le sale así,
picarón», le dice a Verano que sonriendo responde, «¡apúrate
mierda que ya vienen los
casual, adoptando de pronto una actitud cariñosa, acaso
fraternal ante el recuerdo de su
demás!», y Huma, «No te preocupes», todo detalle con el
amigo, promete darse prisa.
mellizo. Junta entonces las manos y hacia el cielo las
eleva y baja despacito. Semejante recuerdo
Pero ya Gerard con la duda sujeta las manos de su amigo
con una mano, la
es ahora
tan callado, lejano. Las sigue bajando hasta sentir la palma de Gerard al
juntarlas, la otra sobre su hombro, de manera sana, acaso paternal.
«No jodas Verano, ya casi somos mayores de edad y tu
hermano es un pajero, con frutas encima.», afirma algo tenso Gerard. Es el
último día de clases del colegio de la Inmaculada y quinto B está por llegar a
la casa, al cuarto de Huma, para tomarse más fotos, pero no como esta, no. Huma
sujeta la cámara, enfoca, revisa la composición dentro del encuadre, ajusta por
aquí, sí, presiona por allá, también, el botoncito y luego a revelar.
He madurado Veraniel,
en estos años he madurado. Ciertamente la paja es un asunto mental (dice
Gerard), a estas alturas de la vida
deberíamos haberla dejado. Repruebo también la ingesta de alcohol en exceso, el
estado final es deplorable y las consecuencias terribles a largo plazo (saca el
pañuelo sucio y seca su frente). Pero ponte a pensar, si ahora sin trago
estamos haciendo esto, Verano querido, imagina con trago y frente a este infeliz.
¿Qué haremos? ¿De qué será capaz? ¿Hacernos bailar tal vez? ¿Conseguir que nos
besemos? (Resopla). Tu hermano es una
cagada, díselo por favor de mi parte. Yo repito, he madurado. Madura tú también
Verano amigo, madura conmigo, madura por favor, madura como yo (Presiona
sus brazos con ternura sobre el delgado cuerpo de Veraniel que se quiebra entre
sus dedos).
Lindas palabras
Gerard (nervioso dice Veraniel), me has
conmovido hasta la vena más íntima (sus matas se mueven al compás del
equilibrio que intenta mantener allí arriba, mientras se siente alto, cada vez
más).
-
¿Estás llorando Veraniel? – dice ahora
preocupado Gerard.
-
Sí – dice Veraniel, aceptando la pose para la
foto del recuerdo con ahínco, convencido de la trascendencia del momento -. ¿No
todos los días termina uno el colegio no Huma? ¿No lo haces por burlarte no?
¿Verdad que no?
-
Claro que no Verano – pero “verdad” resuena en
los oídos de Huma como una alegre melodía de un verano en Lima, tibia-húmeda,
dulce como la sonrisa que una vez más florece en aquel rostro atezado, de
facciones feminoides que acompañan una voz cantarina, como si en algún momento
de su adolescencia la testosterona lo hubiese abandonado en un nivel bajo, casi
anormal como dijo un día su padre, “tu voz es casi anormal”. Gerard sonríe
también. Resopla.
Lo ha logrado, ha humillado, logrado que lo hagan juntos,
que rocen la alegría, abrazados, fundidos en el sublime momento. Atados,
enlazados, enredados en un enredo concebido con ganas de joder. Ahora los jóvenes
se compenetran de manera natural. CLICK. Sí,
me gusta. ¿Le gusta? Sí, lindo
discurso, sí, bonita foto. Resopla. “¿Le gusta?”, piensa.
Hoy, veinte años después, el viejo Huma le toma una
foto a la foto. Crea un grupo de WhatsApp y la envía sin dudar. “¿Recuerdan
esta foto?” Carajo, si parecemos un par
de rosquetes ¿Cierto Gerard? Cierto Veraniel. ¿Somos amigos Gerard? Lo somos
Veraniel. Dile a ese hijo de puta que por favor no la envíe a todos. SEND
TO ALL. Se van a reír. Resopla.
Abrázame
Juma Paredes
Febrero,
2017
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