martes, 13 de junio de 2017

abrázame

Gerard resopla. El pantalón le aprieta. Ha subido algunos kilos. Lo sabe. Pregunta por qué
«Me parece una estupidez», comenta Veraniel resignado, mientras acelera el paso con el
, «¿Por qué hago esto?», y Huma nada, no responde, solo espera el momento propicio
cabello colgando en matas cuneiformes, los ojos cargados de ansiedad, «Que quede bien claro
 , el momento de debilidad ajena, como una incontinencia intelectual que invade a sus amigos
que es una estupidez». En aquella boca reseca se contorsionan sus labios, como pétalos al
y permite sean preñados de humillación.
amanecer, despacio, una y otra vez. Las manos invadidas por uñas carnívoras, largas cual
Con el pañuelo sucio en la mano, Gerard seca el sudor de su frente, se agita. Resopla. Avanza
cuchillas oxidadas.
un par de pasos, se detiene. El desorden de la habitación impera, es amplia. Grafitis aquí,
«¿Somos bien amigos no Gerard?, este idiota se aprovecha de eso, lo odio», y Gerard: «Claro
grafitis allá, y ese poster de Metallica. Un colchón misérrimo en el rincón, testigo discreto. La luz
que sí Veranito querido», pero sus ideas se trenzan palabra por palabra, lo somos, «confío en
tenue de la tarde de verano invade el espacio de un calor sereno que embriaga la sensatez de
él». Desconfía Gerard. Aceptó el trago que Huma les ofreció, pero solo probó, lo vertió discreto
sus amigos. Huma da un respingo, les pide prisa mientras prepara la cámara. ¿Serán amigos?
en el vaso de Verano. Huele a desconfianza, hay menos calor. El sol se va, la luna no. Y Gerard
Veraniel sube el primer peldaño. «¡Y la escalera para qué!?», Y «tú sube nomás», Huma dice,
escoge el otro lado, sí, el que quedará detrás de ambos en el marco que Huma imagina,
luego desganado, Veraniel sube el siguiente oyendo el crepitar. Sinrazones chirrean en su
«Pero no se muevan que no puedo enfocar». La sospecha enciende un pedacillo de
mente, como huevos crepitando al compás de una fogata taciturna. Tiene miedo.
mechita peligrosa en la serena mente de Gerard.
Inseguro, Veraniel se sitúa un par de peldaños más arriba, hacia la izquierda. Tímido sonríe,
«¿Estás nervioso?», le pregunta Gerard bajito, mientras poza el vientre sobre su espalda, medio
en fracciones, como regalando al camarógrafo pequeñas fracciones de su juventud.
metro más arriba. Resopla. «¡Solo es una foto para el recuerdo carajo, serénate», dice Gerard,
He ahí Verano que parpadea recordando sus días de infancia. Y Huma que jode y jode ahora,
y Verano se serena, pero él en realidad no. «Y déjate de webadas, no todos los días termina
que jode y jode ayer, cuando se enteró del asunto de la papaya.
uno el colegio, y el resto tarda en llegar.»

De pronto allí está Veraniel a los doce, entrando a casa, no soporta las ganas de orinar. Raudo sube al segundo piso del hogar y abre la puerta desesperado. Entonces Otoniel lo mira, se miran, el torso desnudo. El pantalón abajo, las medias caídas: «¡Pero qué carajo haces!»

Y Huma aún sigue jodiendo mientras se pregunta la razón de esa repentina sonrisa que Verano
«Tanta vaina por una papaya», piensa en voz alta Veraniel, y de pronto se ve en aquella escalera
pretende ocultar. Configura mejor el enfoque, cierra un ojo, lo abre y guiña: «de qué te acuerdas
junto a Gerard, sintiendo el roce de su vientre, y se le escapa un «ay»: «¡Ay!», que le sale así,
picarón», le dice a Verano que sonriendo responde, «¡apúrate mierda que ya vienen los
casual, adoptando de pronto una actitud cariñosa, acaso fraternal ante el recuerdo de su
demás!», y Huma, «No te preocupes», todo detalle con el amigo, promete darse prisa.
mellizo. Junta entonces las manos y hacia el cielo las eleva y baja despacito. Semejante recuerdo
Pero ya Gerard con la duda sujeta las manos de su amigo con una mano, la
es ahora tan callado, lejano. Las sigue bajando hasta sentir la palma de Gerard al juntarlas, la otra sobre su hombro, de manera sana, acaso paternal.

«No jodas Verano, ya casi somos mayores de edad y tu hermano es un pajero, con frutas encima.», afirma algo tenso Gerard. Es el último día de clases del colegio de la Inmaculada y quinto B está por llegar a la casa, al cuarto de Huma, para tomarse más fotos, pero no como esta, no. Huma sujeta la cámara, enfoca, revisa la composición dentro del encuadre, ajusta por aquí, sí, presiona por allá, también, el botoncito y luego a revelar.

He madurado Veraniel, en estos años he madurado. Ciertamente la paja es un asunto mental (dice Gerard), a estas alturas de la vida deberíamos haberla dejado. Repruebo también la ingesta de alcohol en exceso, el estado final es deplorable y las consecuencias terribles a largo plazo (saca el pañuelo sucio y seca su frente). Pero ponte a pensar, si ahora sin trago estamos haciendo esto, Verano querido, imagina con trago y frente a este infeliz. ¿Qué haremos? ¿De qué será capaz? ¿Hacernos bailar tal vez? ¿Conseguir que nos besemos? (Resopla). Tu hermano es una cagada, díselo por favor de mi parte. Yo repito, he madurado. Madura tú también Verano amigo, madura conmigo, madura por favor, madura como yo (Presiona sus brazos con ternura sobre el delgado cuerpo de Veraniel que se quiebra entre sus dedos).

Lindas palabras Gerard (nervioso dice Veraniel), me has conmovido hasta la vena más íntima (sus matas se mueven al compás del equilibrio que intenta mantener allí arriba, mientras se siente alto, cada vez más).
-        ¿Estás llorando Veraniel? – dice ahora preocupado Gerard.
-        Sí – dice Veraniel, aceptando la pose para la foto del recuerdo con ahínco, convencido de la trascendencia del momento -. ¿No todos los días termina uno el colegio no Huma? ¿No lo haces por burlarte no? ¿Verdad que no?
-        Claro que no Verano – pero “verdad” resuena en los oídos de Huma como una alegre melodía de un verano en Lima, tibia-húmeda, dulce como la sonrisa que una vez más florece en aquel rostro atezado, de facciones feminoides que acompañan una voz cantarina, como si en algún momento de su adolescencia la testosterona lo hubiese abandonado en un nivel bajo, casi anormal como dijo un día su padre, “tu voz es casi anormal”. Gerard sonríe también. Resopla.

Lo ha logrado, ha humillado, logrado que lo hagan juntos, que rocen la alegría, abrazados, fundidos en el sublime momento. Atados, enlazados, enredados en un enredo concebido con ganas de joder. Ahora los jóvenes se compenetran de manera natural. CLICK. Sí, me gusta. ¿Le gusta? Sí, lindo discurso, sí, bonita foto. Resopla. “¿Le gusta?”, piensa.

Hoy, veinte años después, el viejo Huma le toma una foto a la foto. Crea un grupo de WhatsApp y la envía sin dudar. “¿Recuerdan esta foto?” Carajo, si parecemos un par de rosquetes ¿Cierto Gerard? Cierto Veraniel. ¿Somos amigos Gerard? Lo somos Veraniel. Dile a ese hijo de puta que por favor no la envíe a todos. SEND TO ALL. Se van a reír. Resopla.

Abrázame
Juma Paredes
Febrero, 2017

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anacoreta y yo (tres: sobre su fotografía y una clase magistral)

Tengo quince, le sonrío. No toma la foto. Sí retrata a las parejas de la izquierda, ellos ebrios, ellas con la orquídea en el pecho-muñeca....